¿Es Daredevil?
La pregunta va en dos sentidos. Por una parte refiere a la identidad del héroe, característica fundamental del genero superheroico a lo largo de su historia. ¿Donde termina la máscara y donde comienza la persona? ¿Hay una superposición entre ambas facetas de la vida? Y si de existencialismo respecto a la mascara hablamos, esta temática es aún más primordial a la hora de caracterizar las contradicciones y disputas internas que se dan en un personaje como Matt Murdock-Daredevil, algo que va a tomar el centro del ring en esta temporada.
El otro sentido nos saca de la Hell’s Kitchen de Matt para traernos a nuestro mundo y refiere a si esta temporada ha sido tan “Daredevil” como las otras, entendiendo que la critica “Está bien, pero no es Daredevil” señalaba que series pertenecientes a este universo (lease Jessica Jones, Luke Cage, Iron Fist, The Punisher y The Defenders) podían ser mejores o peores, pero lejos estaban de alcanzar el estándar de calidad que había dejado asentado el primogénito de la asociación Marvel-Netflix.
Entonces esta tercera temporada ¿Es Daredevil? Y, un poco sí porque como nos tiene acostumbrados, resulta ser mejor que sus colegas Defenders, y un poco no, porque baja bastante el estándar de calidad que había dejado en sus primeras dos temporadas. La expectativa era alta y si bien la temporada está bien, resulta muy entretenida y no falla en haber agregado un contenido bien adictivo en su brebaje, se siente con menos ingredientes que sus antecesoras, dando la sensación durante casi sus trece episodios, que algo falta, que algo está medio perdido.
Matt Murdock
Nuestro personaje principal sin dudas, es el que más perdido está. Luego de los acontecimientos de The Defenders (mejor verla antes pero se la menciona tan poco que tampoco es algo indispensable y se puede obviar tranquilamente) nos encontramos a una persona que embebida en cinismo, sostiene entre sus dedos los jirones de su vida haciendo apenas equilibrio sobre un abismo en el que está a punto de caer, junto a todas sus creencias. Las preguntas sobre el bien obrar y como lidiar con las contradicciones de llevar el traje de un diablo siendo puramente católico, son características fundamentales del personaje pero jugando solo en este terreno, se siente disecado.
Y es que la gran pregunta de casi toda la temporada es ¿Adonde fue a parar Matt Murdock? ¿Donde está Daredevil?. Sinceramente, reemplazados por este sujeto a la postre encolerizado y siempre falto de paciencia, nos cuesta mucho encontrar a nuestro héroe que al igual que lo que sucedía en The Defenders, parece siempre salir de foco solo obrando como para serle más útil a la trama, cuando uno pensaría que la cosa debiera estar algo más equilibrada. Y esta es una de las grandes fallas de la temporada: nos cuesta encontrar a nuestro personaje principal. Este sencillamente, parece disecado.
«Bullseye»
Otro que sin dudas generaba gran expectativa y del que es difícil determinar si cumplió, o decepcionó. Ni una ni otra, seguramente. Alejémonos de los extremos. Partiendo de un muy buen casting a la hora de elegir a Wilson Bethel para su encarnación televisiva (aprovechemos para señalar que la selección de los actores es uno de los puntos más fuertes de la serie) la constitución, historia de origen y desarrollo de Ben Pointdexter están muy bien realizados. Nos metemos de lleno en su vida y en su cabeza, como para ¿entender? lo que hace.
Sí, parecen ser los orígenes de aquel que algún día adoptará la identidad de Bullseye, ya que nos encontramos con una versión más primitiva, descolocada y tierna del personaje. “Dex” no es el asesino implacable, perverso irremediable y gran nemesis de acción que resulta ser Bullseye para Daredevil, sino un inicio de todo esto. Acá nos encontramos más bien con un hombre que ha perdido por completo la brújula y comienza a amigarse con su lado oscuro aferrándose a su nuevo laburito como lacayo de Kingpin.
Kingpin
Y si hablamos de Wilson Fisk, seguramente nos estaremos refiriendo a lo mejor de la serie. Vincent D’Onofrio encarna de manera impecable (y cada vez más “de taquito”) al rey del crimen de Hell’s Kitchen, siendo el pilar conflictivo de la trama. Su inteligencia, afición por el poder, habilidad para manejar los hilos de todo lo que sucede en su barrio y su incipiente odio hacia quienes lo metieron preso, definitivamente es lo mejor manejado del show.
Karen Page & Foggy
Si Matt y Daredevil andan perdidos por ahí, su círculo íntimo corre una suerte parecida. No porque no sepan que hacer de su vida o tengan problemas existenciales, sino porque sus caracterizaciones parecen responder a las necesidades del guión. Por ejemplo, las inseguridades, timidez y el estar “a la sombra de Matt” que históricamente hacen a la personalidad de Foggy Nelson, parecen haberse extinguido por completo.
Foggy ahora es un hombre muy exitoso laboralmente y felizmente en pareja (¿No era que estaba interesado en Karen Page?). Hasta su novia, una mujer fuerte y de actitud despectiva, se ha transformado en un apenas edulcorado apoyo moral para el personaje, solo siendo una especie de pared para los diálogos enunciados por el actor.
Karen por su parte, sigue siendo esta mujer contrariada y signada por varias tragedias en su vida. Con un rol cada vez más protagonico en la serie, signo de los tiempos que corren, siendo muy importante para la historia. Y al igual que Foggy, ella no deja mucho en el haber. Pero sí, se está dejando de lado otro de los fundamentos de la historia que era justamente, la química y los dimes y diretes existentes entre ellos tres. Todos viviendo vidas independientes y con Matt en el ostracismo, los conflictos pasan por otro lado. Y dentro de la gran receta de la serie, este ingrediente es uno de los que estuvo perdido la mayor parte del tiempo, dejándonos con gusto a poco.
Born Again
No, tampoco esta tercera temporada es fiel retrato de la historia escrita por Frank Miller, (la más aclamada del personaje, dentro de los comics) como algunos esperábamos luego de la explicita referencia en la escena final de The Defenders. Sin embargo y comenzando con números rojos en su haber, su final resulta algo más satisfactorio, quedándose sin deudas. Aunque sin sobrarle absolutamente nada, llegando apenas a pagar la renta. Y es que toda la temporada resulta incomoda la inestabilidad y búsqueda de identidad del protagonista, algo que comienza a saldarse recién hacia el final.
Claro, como gran critica nos queda lo poco que sale el condenado Matt-Daredevil a lo largo de toda la temporada. Este es el punto más flojo. Se desprende de esto la poca relación que hay en nuestro querido trío otrora parte del estudio jurídico “Nelson & Murdock”. Y también que el gran resentimiento que tiene adentro el personaje, contamina el mood de la serie, volviéndose una propuesta que no tiene lugar para el alivio cómico, el respiro sentimental o nada más que aquello referido a la rivalidad entre Murdock y Fisk, la cabeza podrida de Dex o los combates, producto de esto.
Las escenas de pelea como siempre son muy buenas y algunas de las características que hicieron tan popular esta propuesta televisiva siguen presentes, siendo desde ya “el plano secuencia” de uno de sus episodios, una de las grandes gemas cinematográfica-televisivas del año 2018. Por eso resulta raro este plato que ha salido a fuego lento desde la cocina del infierno. Tiene un sabor agridulce producto de sus ausencias y al mismo tiempo es una experiencia televisiva muy disfrutable por su dinámica (también producto de sus ausencias, ya que no hay subtramas irrelevantes que invadan la historia principal, algo siempre presente y molesto en el Universo Marvel- Netflix en todas sus expresiones, a excepción de The Defenders).
Como consecuencia tenemos una temporada muy entretenida y maratoneable pero hay que decir también, con una calidad en baja. Con deudas que se mantienen a lo largo de sus episodios y se pagan con lo justo, hacia el final. Una temporada con mucho menos peso que las dos anteriores pero que deja las bases como para que las cosas se estabilicen un poco más en una cuarta. En donde esperamos definitivamente, que el personaje pueda renacer.
Por Lautaro Olivera