Entre las muchas y diferentes conversaciones que uno tiene en su vida cotidiana, uno se puede encontrar con opiniones que le crucen como una flecha que hiere de muerte su propia pasión. La discusión empieza cuando suceden esas afirmaciones y lleva a que nos preguntemos: «¿Cómo puede ser que el interlocutor con el cuál hablo me este diciendo X sobre Y?». Esto puede ser sobre cualquier tema.
Bueno, recientemente un par de fans de Breaking Bad (2008-2013), en diferentes momentos, me dijeron: «No me gustó Better Call Saul. Es muy lenta». Más allá de lo que aconteció en esa charla -previa al inicio de la cuarta temporada-, al ver esta nueva entrega, entendí un poco su punto. Porque más allá de haber terminado de forma excelente, la serie en esta cuarta temporada tuvo que reorientarse por una cuestión lógica dado el desenlace de la tercera entrega y la pelea de hermanos McGill.
Sacarse y ponerse la careta
El problema es que quizás la cuestión de la naturaleza humana de Breaking Bad está muy claro desde el principio. La pulsión de muerte y las ganas de evitarla para trascender, ya sea en su familia o para su propio placer, para sacarse la máscara o por lograr algo, muestran un protagonista que entra en un mundo ajeno, un mundo al cuál no pertenece ni de casualidad. Walter White nunca podría haber sido narcotraficante sin haber sabido que la muerte estaba más cerca de lo que esperaba. La ley ya no formaba parte de sus preocupaciones, entonces se pudo desatar y sentirse vivo en ese camino.
Aquí, en Better Call Saul (2015-) es exactamente lo contrario -algo que ya hemos comentado en este artículo-. Slippin Jimmy (Bob Odenkirk) nunca consideró a la ley como algo preocupante, esquivarla era parte de su vivir. Además se contraponía con un hermano de excelencia, tanto para la profesión como para la sociedad. Vivir a su sombra era algo a lo que estaba acostumbrado. Para James McGill, intentar ser abogado y hacer lo correcto era el desafío, entrar en el mundo del prestigio, ponerse la careta de la ley y hacerla respetar de la mejor forma posible era su objetivo.
Entonces, mientras Walter White se saca la máscara y devela todo su impulso desatado, James McGill intenta ponerse el traje y cumplir con los mandatos de su hermano, aquella, tal vez la única, figura de autoridad. Esa es una de las respuestas que me encontré ante el golpe que le dieron en mi cara a la serie que tanto me gustaba. Y más allá de que efectivamente sea ese el motivo o no, entendí que el camino de White en principio es más atractivo. Intentar cumplir las reglas (como lo quiso hacer Jimmy) no es sexy. Romperlas, sí.
La raíz (alemana) del problema de Mike
Salgo un poco del tema del análisis de «porqué a determinada gente no le llega Better Call Saul», y vamos hacia la cuarta temporada. Nos centramos esta vez en Mike (Jonathan Banks) y su relación con el empleado alemán Werner, un poco la gran tragedia de estos capítulos. Si bien al principio parecía que el problemático iba a ser Kai, la serie nos muestra que la cadena se rompe por el eslabón más débil. El desarraigo y la carencia del afecto fue lo que terminó por afectar una relación que se basaba en negocios, pero que fue llegando a un vínculo más allá de lo emocional.
Mike es un tipo duro, pero afectuoso. Aún no puede superar la muerte de su hijo, y Werner le recordaba la importancia de la familia. Todo el vínculo que formaron a lo largo de esta temporada fue la muestra de que Mike también evoluciona en un proceso hacia Breaking Bad. Un poco menos tormentoso, parecido al de Walter White por darle la espalda a la ley, pero muy a flor de piel. El sufrimiento de Mike se ve en la cara. Lo que en White se transforma en bronca, y en Jimmy en energía, en Mike es dolor.
Le duelen todas sus acciones, le molesta el rol que ocupa, sin embargo, lo ejecuta sin problema. Su corazón roto es palpable aquí y en la relación con Werner se hace ver más que nunca. La escena del final, el desierto iluminado solo por las estrellas es una pequeña exhibición de lo que no quiere observar. No quiere ver lo que hace, aún así, lo hace.
En esta gran tragedia que es Better Call Saul, no podemos dejar de mencionar a Nacho Varga (Michael Mando). Una víctima del camino que eligió. Su historia avanza lenta, pero sin duda será protagonista de la temporada que viene: la guerra entre los Salamanca y Gus Fring lo tendrá ocupando un lugar despreciable, central y poco querido. Si bien su destino parece sentenciado, creo que la serie guardará una sorpresa inesperada para su papel.
La guía frustrada
Si bien la pasamos hablando de Jimmy, no mencionamos a su gran sostén: Kim Wexler (Rhea Seehorn). Esta temporada empieza a marcar el gran quiebre entre ambos. Si bien Kim fue el gran muro que evitó la caída completa de Jimmy en el «lado oscuro», ya se empezaron a ver fuertes grietas en diferentes momentos. Se hace cada vez más presente que la transformación en Saul Goodman empezó desde el momento en que el que Chuck le dice que nunca le importó. Y Kim ya no es garante para evitar la transformación de Jimmy.
El primer quiebre entre Kim y Saul fue el «No» que le dio al momento de buscar una oficina en conjunto. Ahí Jimmy entendió que ella lo sigue viendo como «Slipping Jimmy» y las dudas del respeto que ella le podría tener, volvieron.
El segundo quiebre fue el caso de Huell. Si bien ella colaboró con su treta, ahí le empezó a poner límites a sus ambiciones de hacer las cosas por el mal. La charla entre ambos más adelante donde ella le aclara: «que deberán usar sus poderes por el bien», le expone a McGill que no tiene problemas en ayudarlo, pero es hasta ahí.
A pesar de que Kim parece la guía moral de Jimmy, sus acciones distan mucho de ser LA guía moral. Por algo ambos se acercan y se atraen. Son complementarios. Uno potencia para el bien al otro. Si se pierden el respeto, como empezó a suceder, se rompe la relación. Eso fue lo que sintió Jimmy desde el principio de la temporada. Y al final, lo terminó de digerir Kim. La escena final es fantastica, es un golpe certero a Kim y la clase de actuación de ambos actores en esos minutos resulta formidable.
Kim también se tragó el cuento de la sinceridad de Jimmy. Algo se terminó de romper en el contrato tácito entre ambos. Un contrato que venía funcionando mal porque ninguna de las dos partes se sentía completamente respetada, a pesar de haber hecho todo el uno por el otro. Ninguno de los dos se puede reprochar nada. Aún así, los dos quedan disconformes y pueden aludir en su defensa ante el magistrado que la otra parte no respetó lo pactado.
Cuánto quedará…
Más allá que no nos corresponde… Es dificil ponerle un final cercano a Better Call Saul. Definitivamente debe seguir un par de temporadas más para llegar a Breaking Bad. Quizás esta fue la temporada más floja de las cuatro, aún así disfruté y esperé cada capítulo que pasó volando. Por eso, ser la más floja no significa que haya sido mala, la serie tuvo que rearmar y dar de nuevo en muchos argumentos. Al mismo tiempo, la sensación es que se viene lo mejor, que la guerra entre los Salamanca y Gus Fring, que parecía haberse disuelto, todavía ni siquiera empezó.
Toda la procesión hacia Saul Goodman terminó. Ahora empieza la acción ¿Se verá la acción que los fans de Breaking Bad esperaban? ¿Dejará la serie de ser Better Call Saul? Son respuestas que se comenzarán a develar en un año.
La cuestión inicial que desató este artículo es que Better Call Saul no me parece ni mejor ni peor que Breaking Bad. Pero a nivel drama existencial y humano, si creo que es superior. Todo lo que Breaking Bad demostró en la descomposición de una persona ejemplar, Better Call Saul lo hace en las personas que se esfuerzan por ser mejores pero no encuentran una respuesta positiva que los motive a seguir, solo se encuentran con una vida que los decepciona y no le brinda un guiño de optimismo.
Por Germán Morales