Mientras esperamos por el estreno local de Julieta (2016), de Pedro Almodovar, seguimos con nuestro MES ALMODOVAR, y presentamos el tercer artículo.
La búsqueda del límite
La piel que habito, el film de Pedro Almodóvar del año 2011 aborda, al igual que sus predecesoras más cercanas Volver (2006) y Los Abrazos Rotos (2009) la temática del secreto intrafamiliar relativo a la filiación o identidad -que también atraviesa otras cuantas obras dentro de la filmografía de este realizador-.
En este caso el manchego nos presenta al Dr. Robert Ledgard, un cirujano plástico encarnado por Antonio Banderas que en verdad ha estado rodeado de una serie de eventos desafortunados: su esposa en un intento por huir con otro hombre llamado Zeca (Roberto Álamo) -del cual luego nos enteraremos su verdadera relación con Ledgard- sufre un accidente que deja gran parte de su cuerpo y rostro quemados, por lo que posteriormente se suicida, siendo la hija pequeña de ambos, la testigo involuntaria de semejante tragedia. Todo esto perturba bastante a la niña, quien desde ese momento pasa por una serie de internaciones en distintos psiquiátricos, hasta que en un momento de estabilidad, asiste a una fiesta con su padre, y por medio de una confusión con otro muchacho, se convence de que el primero ha intentado violarla, y así, repite la historia de muerte de su progenitora.
Almodovar, sin embargo, elige presentarnos todos estos hechos con una narración no lineal, sino alternando los tempos y sucesos para que sean funcionales al relato, y a la tragedia -muchos dirán que es una comedia negra, pero para mí, cumple con todos los parámetros de la tragedia tal y como la conocemos- que nos está presentando, es decir, nos presenta tiempos lógicos que luego permitirán asociaciones e interpretaciones variadas para poder ver ese más allá que él invoca.
Es recién a partir de la segunda muerte, cuando Robert busca venganza, pero no cualquier tipo de venganza…localiza a Vicente, el joven que su hija conoció en la fiesta, y también bajo la presunción de violación, lo secuestra y confina en un sótano donde lo droga y le realiza distintos tipos de intervenciones quirúrgicas (vaginoplastia, rinoplastia, trasplante de rostro, hipoplasia mamaria, entre otras), que desde el comité Bioético y Biotecnológico de medicina le habían sido prohibidas. El resultado de todas estas transformaciones es Vera, una joven andrógina a la que poco le queda de Vicente, pero que sí se parece mucho a Gal, la fallecida esposa del doctor.
Es a partir de ese momento que comenzamos con una serie de preguntas, ¿Qué hay detrás del plan de venganza de Robert? ¿Por qué ese afán inútil y enfermizo de «recuperar» a su esposa, cuando no la perdió con el suicidio, sino con la huída de? ¿Hay algún tipo de límite ético en el campo de cirugía estética y restitutiva? ¿Cuál es ese límite?
Volvamos a la huída inicial de Gal con Zeca. Zeca, es hijo de Marilia, ama de llaves de Robert, y ha crecido observando desde lejos la vida en las mansiones, hasta que luego va con sus padres vivir a Brasil, pero siempre mantuvo cierto recelo para con Ledgard y su fortuna. Lo que Zeca no sabe -y tampoco Robert- es que están unidos por algo más que la envidia: el doctor también es hijo de Marilia, producto de una aventura con el dueño de casa, quien decide criar a Robert junto a su esposa legítima. Ya de adultos y sin saberlo, el conflicto entre ambos se desata primero con la huída de Gal, y años más tarde con el regreso de Zeca a la mansión, cuando al ver a Vera, la confunde con su antigua amante. El desenlace, como pueden imaginar, no será bueno para ninguno de los involucrados, y en la lucha final de nuestros Caín y Abel, saldrá a relucir la fuerza y virilidad de cada uno -recordemos que Zeca se presenta como un tigre, primitivo, brusco y lujurioso frente a un elegante médico de traje-.
De esta forma, La piel que habito funciona con una historia digna de un culebrón; chico desconoce su identidad, chica engaña a su esposo, amantes pasajeros, deseo y traición, pero agrega algunos -bastantes- componentes que complejizan la trama: el salvajismo en la práctica médica, la posible idea del progreso médico a partir de la perversión, la mentira familiar, y el amor desmedido y enfermizo a partir de una obsesión.
Podríamos pensar que en relación al tema de las cirugías, Almodóvar nos plantea algo más que el debate ético, pareciera que nos está diciendo «esto es ficción, pero bien podría ser realidad, y tal vez ya está siendo realidad, aunque a puertas cerradas». En ese sentido, La piel que habito me remite a la serie de televisión The Knick (2014-) en la que Clive Owen encarna a un médico de principios del siglo XX, quien en su afán por lograr innovaciones científicas en el campo médico, acude a prácticas, que vistas a la luz de nuestra actualidad deberían calificarse como atroces o inhumanas, pero que en ese momento, eran tal vez el único recurso o medio para lograr el progreso y bienestar en sus pacientes. En ese sentido, La piel que habito se sitúa en la actualidad del 2010/2012, pero sigue una lógica similar, en la que Banderas no tiene mayores problemas en asumirse como el único capaz de afrontar las consecuencias -y culpas- necesarias para generar, desde su punto de vista, ¿progreso?.