No todo lo que reluce es oro
Son hermosos, valientes y salvan al mundo todos los días porque eso es lo que hacen los héroes. No necesitan ningún tipo de retribución: lo hacen por el bien de la humanidad. Al fin y al cabo son superhéroes, ¿no?
Los de DC son solitarios, torturados por el pasado, luchan con sus contradicciones internas…pero al final del día siempre terminan buscando el bien común. Los de Marvel tienen menos (mucho menos) bagaje, son todos amigos, luchan contra los malos y te cuentan un chiste mientras lo hacen.
The Boys tiene una mirada un toque más pesimista y me atrevo a decir, bastante más realista de los superhéroes (o Sups).
En Civil War, el Capitán América se rehúsa a firmar los Acuerdos de Sokovia porque le hace ruido la idea de tener que responder a las agendas políticas de los países. No quiere que la tarea de salvar el mundo de les Avengers se vea corrompida por nada ni por nadie, porque ellos son tan pero tan honorables.
En The Boys, en cambio, los superhéroes son directamente empleados (o propiedad) de Vought: una multinacional sin alma (no lo son todas, ¿acaso?) que sí está en el negocio de combatir el crimen, pero (y este es un gran pero) también aprovecha para hacer unos buenos mangos en el proceso.
Así es como los Sups, además de salvar al mundo, también se dedican a hacer películas, son el rostro de numerosas campañas publicitarias para primeras marcas y su merchandising se puede conseguir en todas las formas y colores posibles (como Marvel y DC, bah).
Y si bien Vought tiene muchos Sups en la nómina, los más poderosos, la cúpula, los favoritos del CEO son Los Siete, liderados por Homelander (Antony Starr), el sueño americano vestido de bandera yanqui. Hermoso, humilde, un tipo derecho con todas las letras. O al menos esa es la “marca” que representa.
La historia comienza cuando Huguie (Jack Quaid), un pibe común y corriente que sale del trabajo para almorzar, está besando a su novia en la calle y A-Train (Jessie Usher), el hombre más rápido del mundo y uno de Los Siete, la atraviesa a toda velocidad. Y Robin, la novia de Huguie, se convierte en confeti humano.
Vought hace lo que cualquier multinacional haría en un caso así: tapar la cosa con dinero y acá no pasó nada. Pero Huguie no quiere dinero, quiere venganza. Así es como lo encuentra Billy Butcher (Karl Urban o Éomer de El Señor de los Anillos), un tipo medio turbio y bastante tosco que odia a los Sups de Vought y todo lo que representan.
The Boys es irreverente, políticamente incorrecta y bastante parecida a la realidad en la que vivimos (a pesar de mostrar un mundo en el que existen superhéroes).
Es también una gran representación de la cultura de la “marca”: la construcción de estos héroes como productos que pueden venderse y comprarse. Héroes creados por una maquinaria bien aceitada de marketing, publicidad y mucho dinero, que moldea sus historias para ajustarlas a “la marca”, sin importar lo poco (o nada) que tengan que ver con la realidad.
En The Boys son superhéroes, pero en nuestro mundo bien podríamos llamarlos CELEBRIDADES, ¿no creen?
The Boys nos muestra el lado oscuro de nuestros héroes, ése que nadie quiere ver pero que existe y que, en general, esconde impunidad, corrupción y mucha (pero mucha) hipocresía.
¿Alguna vez escucharon la frase: “Never meet your heroes, because they might disappoint you” (No conozcas a tus héroes porque podrían decepcionarte)?
The Boys la confirma. Pero al menos lo hace con humor.
Por Mariana Van der Groef
Si viste The Boys, o incluso si no la viste pero te interesó este artículo, te recomendamos también leer el artículo que Lautaro Olivera escribió hace algún tempo sobre THE BOYS.