Cine Retro

Domingos retro: The Quiet Man (1952) Dir. John Ford

Germán Morales
Escrito por Germán Morales

Comentarios a propósito del film The Quiet Man (1952)

A veces es difícil escapar de nuestra época. Sin embargo suele ser un ejercicio necesario. Para entender las virtudes y defectos de los tiempos actuales. Tomar las cosas entre mejor o peor, bueno o malo suele distorsionar todo, pero hay algunos asuntos que son indiscutidos. John Ford es uno de ellos, el gran talento del clásico director atrae en cualquiera de sus trabajos, más allá que aprobemos lo que veamos o no.

The Quiet Man (El hombre tranquilo) no es la excepción. El film en sí mismo es poesía a nivel técnico y narrativo. Las actuaciones en general, tanto de John Wayne como Marleen O’Hara, Victor McLaglen o del simpático Barry Fitzgerald, resaltan el trabajo con su simpatía y la sencillez que saben transmitir.

El problema es obvio. Al verla con los ojos actuales del cambio de mentalidad y la conciencia que existe en relación a la violencia contra la mujer, el retrato de una sociedad antigua, rural y conservadora den sus costumbres, como la Irlanda del pueblo de Innisfree, choca de lleno con la nuestra.

A pesar de ser tan brutal con algunos aspectos, en el mismo relato, Sean Thornton (John Wayne) cuestiona seguir las costumbres y su rigidez, para que luego su deseo por pertenecer y dejar atrás su antigua vida, finalice con una divertida y absurda pelea. Como una posición de no discutir el pasado con argumentos del presente, o de la modernidad, según la vivió el protagonista. 

Más allá de ser un film con un espíritu tan jovial y cómico que revive la vida sencilla pero particular de un pueblo irlandés y sus costumbres tan características, junta con profundidad esa vida conservadora y antigua con la “modernidad” de 1950 en Thornton.

El personaje de John Wayne busca redimir su pecado de brutal boxeador y salir de la ciudad para volver hacia atrás. Una especie de retiro espiritual para lavar la culpa que lleva dentro de haber matado a un hombre dentro de un ring. En todo momento cuestiona lo que debe hacer, pero sabe que debe hacerlo para adaptarse exitosamente y lograr su cometido.

En este caso busca volver al pueblo de sus antepasados, en Innisfree, la Irlanda protestante y campesina. Retroceder voluntariamente al “pasado” como castigo por la brutalidad del boxeo y la antitesis con el avance pujante de la Norteamérica. El boxeo es el deporte por excelencia por aquellos tiempos, la «bestialidad» controlada, comercializada y masificada. Hoy, ese lugar lo podría ocupar más el fútbol a nivel masivo, y la brutalidad química de la UFC a nivel combate.

Sin embargo, es sabido que la intención de Ford estuvo en hacer un homenaje a sus propias raíces con una película basada en la novela del mismo nombre de Maurice Walsh, cuando compró los derechos por $10. También fue un riesgo por la indiscutida asociación de John Ford y John Wayne con el género western.

Es dificil salir de los estereotipos que caen sobre una persona, sin embargo, este es el testimonio que demuestra que es posible.

Más allá de las conocidas anécdotas y del éxito de la película, el film como comedia dramática funciona muy bien. La química entre Wayne y O´Hara es indiscutible. También el romance que llevan, que con tantas idas y vueltas para terminar de concretarse, nos muestran una relación que no tiene tiempo. El carácter fuerte y decidido de Mary Kate Danaher (Marleen O’ Hara), muestra que la posición de desigualdad de la mujer no significa que le falte impronta. También eso demuestra que la soltería de Mary Kate exhibe la máxima que el machismo no se banca una mujer con tanta personalidad, ni poder de imposición. 

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Sin embargo tiene que aparecer John Wayne para «domar su carácter». En fin, en este momento en el cual las lecturas pueden ser infinitas. Porque también la fortaleza que Mary Kate impone, obliga a Thorton a seguir con las costumbres, que a él le parecen absurdas y vetustas. “Pero esto es Irlanda”, le repiten. La famosa afirmación que el machismo no sólo lo reproducen los hombres.

Lo mismo ocurre en esa larga arrastrada en la cual Sean lleva a Mary Kate, hacia su hermano para exigir el dinero que es de la pareja, para luego quemar los billetes. Porque lo que importaba no era que la haya arrastrado un largo trecho con todo el pueblo de testigo, sino el hecho de seguir la costumbre.

Por eso la pelea es tan ridícula, por eso los minutos finales fueron tan absurdos. Porque el tono de comedia de la época era otro, porque el choque de lo antiguo con lo moderno también es distinto al nuestro. Lo torpe y el maltrato en otras épocas era considerado gracioso.

También la comedia de The Quiet Man va más allá de esas situaciones graciosas y torpes. El film es llevado de una forma tan amena y simpática que transmite la sensación que se trató de un set muy divertido. Con risas muy genuinas como la escena en que O´Hara tocó el piano junto a Michaleen Flynn (Barry Fitzgerald). Fitzgerald es uno de los mejores personajes de la película, le imprime la cara de irlandés picarón en todo momento.

No es bueno pensar esto como el paraíso, como tampoco es bueno interpretarlo como la reproducción eterna del machismo edulcorado. Tampoco tiene sentido hacer este tipo de análisis de una película hecha hace 60 años atrás, este texto es lo que me salió al ver el film. Es pensar en las famosas condiciones de producción de un clásico.  Y tampoco implica que estemos de acuerdo ni con la filosofía de John Ford, ni con lo que expresa en este film, pero siempre sus films son muy simbólicos para analizar a nivel visual y argumentativo, pero sobre todo, para entender el pensamiento de una época, y del sector dominante de ese momento.

Por Germán Morales

Acerca del autor

Germán Morales

Germán Morales

Lic. en Comunicación Social (UBA). Creador y redactor de Proyector Fantasma. Responsable de la sección SERIES.