¿Cuántas versiones de ti mismo crees que hay?
“Cuando subí las escaleras, encontré a un hombre que no estaba allí. Hoy de nuevo no estaba ahí. Desearía, desearía que se hubiera ido”, evocando un poema de Hughes Mearns, Vicent Malcolm Rivers susurra esas palabras, mientras por enésima vez, corre la cinta de un casette con etiqueta mecanografiada.
Identidad (2003) es la clásica película de suspenso que nos recuerda lo que el género nos dejó y no volvió a dar. La remembranza de aquellos olvidados thrillers psicológicos, donde el intrincado relato que se construía nos guiaba paso a paso, minuciosamente, casi siempre a un sombrío callejón sin salida. Una inteligente trama de misterios y preguntas que debían suceder, como acertada estrategia del género.
Aquí no habría demonios, seres extraños o abominaciones que asusten, sino la esencia del mismo hombre, capaz de mostrar su peor cara, su extrema malicia y sucia ambigüedad. Casi como la cruda realidad.
Quizás caiga en un comienzo un tanto cliché, al iniciar la película con una tormenta, un accidente y una voz en off que escupe secas palabras con turgencia y pasividad, pero ese mismo artilugio de estas clásicas historias de misterio, no da lugar ni opaca el relato bien medido y ajustado, la sensación de mantener lo expectante, la sorpresa repentina, y la resolución efectista de adrenalina que asegura que el espectador no se moverá.
La forma en que el realizador James Mangold (Inocencia Interrumpida, Kate & Leopold, Logan, etc) hace girar dos veces la historia; aporta agudeza, realismo y efectividad, -gracias a las buenas actuaciones- y esto permite intensificar la confusión y el dramatismo, aunque la trama se pierda un poco en el camino.
Mangold se dirige de lleno a una metáfora. Los protagonistas no sólo encarnan personajes atravesados por una historia en particular, sino que además evidencian un sentimiento que los domina y define, una característica propia de sus acciones. Pierden por momentos, su categoría de humanos, para transformarse ellos mismos en sus propios miedos, frustraciones, mediocridades y ambiciones que los van a delatar.
Identidad fue estrenada en el año 2003, y si uno hace memoria, no es la primera película que nos viene a a la mente en una serie de films retros de fines de los noventa a recordar. Pero, más allá del homenaje al que aluden los medios oficiales de la novela “Los Diez Negritos de Agatha Christie”, a la gran dosis que el director consumió y procesó de Alfred Hitchcock, o a las acusaciones de plagio que también enfrentó, James Mangold logra establecer un relato sólido con dos realidades paralelas. En él no existe solamente la historia en un sentido lineal, sino que además incorpora una vuelta de tuerca que se irá develando en el complicado escenario que se desarrolla dentro del hotel y que habitará otros espacios, en la mente de los protagonistas.
El miedo de ser uno mismo
Una noche oscura en medio de la ruta, la lluvia interminable que cae copiosamente sobre el pavimento y un accidente, anticipan el pronóstico efectista de lo que el espectador espera encontrar. Diez personas, cruzadas por coincidencias y conexiones geográficas en un principio, terminan confinadas y aisladas por casualidad en el Golden Palm Motel. Pero luego, con un efecto de cuenta regresiva e inexplicablemente sin motivo, van siendo asesinados uno a uno, lo que genera la desconfianza de unos y otros y la pesadilla por lograr sobrevivir.
Paralelamente en una junta médica, un equipo interdisciplinario de profesionales discute la culpabilidad o inimputabilidad del asesino Vincent Rivers diagnosticado con la “psiquis fractura por la maldad”.
Identidad tiene un buen ritmo, un buen guión, una fotografía contundente que explora la sobriedad de los colores, los planos cortos, las miradas; un micro clima único logrado con la noche y la lluvia como protagonista, y un reparto excelente, encabezado por un siempre presuntuoso John Cusack. Dos giros argumentales en la primera hora que no darán tiempo a conclusiones y un final para masticar ante tanta ambivalencia.
Es un thriller que no descolla, pero que respeta todos los estatutos del cine de misterio, suspenso y sincronismo de los años 80s y 90s en su estética en general. Una buena oportunidad para un «Retro FlashBack» en el sofá.
El lado bueno y malo de una persona suelen enfrentarse.
¿Pero quién gana realmente? ¿Quién tiene una segunda oportunidad?
Por Silvana Pascualini