¿Me extrañaron?
Como una gran forma de recibir al nuevo año, el primero de enero de 2014 se materializó en una pseudo película de casi una hora y media, para observar uno de los episodios más esperados de la televisión mundial de los últimos tiempos. Sí, aproximadamente 12 millones de personas vieron y se deleitaron con el regreso de Sherlock a la pantalla chica, y a la vida londinense. The Empty Hearse (el ataud/carroza fúnebre vacío) iba a explicar -o al menos eso pensábamos- como rayos logró Sherlock Holmes sobrevivir luego de lanzarse al vacío desde la terraza de un edificio.
No vamos a spoilear demasiado sobre la trama, pero lo que sí se puede decir es que sí la calidad audiovisual de las temporadas anteriores nos gustaba, en esta oportunidad nos enamoró. Planos increíblemente bellos con la siempre genial banda sonora que caracteriza a los productos de BBC fueron el acompañamiento ideal de este episodio que transcurrió entre la exposición de teorías sobre como logró sobrevivir el protagonista (con hipótesis que se tornaron cada vez más ridículas) y el reencuentro con su amigo y compañero John H. Watson.
El momento del reencuentro marcó dos de los puntos fuertes de la temporada: el humor british que ya veníamos viendo, pero que se acrecentó de forma brillante brindándonos un Sherlock más «suelto» a la hora de bromear, por ejemplo al caracterizarse como un mozo para develarle a su compañero de aventuras que sigue vivo. Por otro lado, fue en estos primeros minutos cuando se vio el cambio de rumbo en cuanto al enfoque que la serie de BBC propone: el eje central en esta temporada no estuvo focalizado en los casos, sino en las relaciones personales entre los protagonistas y la emocionalidad que ellos emanan dentro de esta dinámica amor fraternal-odio-fastidio, a la que se sumó Mary, pareja y prometida de John.
Ya en el segundo episodio, The Sign of Three, se nos ofreció un caso más concreto -en realidad varios mini casos- que ni el más fantasioso de los espectadores podría imaginar.
El contexto de desarrollo y desenlace de estos misterios fue dentro de la boda de John con Mary; con los preparativos previos involucrados dentro del episodio. Además, como ya describimos dentro de esta temporada, se revierte el orden, donde las relaciones pasaron a primer plano, a lo que se sumó un hecho presentado de forma trascendental y de importancia extrema, que incluyó la ayuda de Scotland Yard, y fue nada más y nada menos que… la elaboración del discurso de padrino de bodas a cargo de Sherlock. Allí, una vez más, la muestra de amor fraternal de parte del detective hacia el doctor fue evidente. Por último este capítulo introdujo un evo y esencial personaje en juego para la cuarta temporada.
Es curioso hablar de juego, ya que la frase central de esta tercera temporada fue The game is on (el juego comenzó) para terminar de afianzar la alianza entre Watson y Holmes como la dupla más exitosa dentro del espionaje y de la televisión británica, y ¿por que no mundial?, llenando el vacío que dejo otra gran serie recientemente: Breaking Bad.
El segundo episodio de la temporada fue, por lejos, el más emotivo de la entrega, donde sentimentalismo y suspenso se conjugaron de una forma tan perfecta que nos preguntamos por qué no llegó este momento antes.
Finalmente fue en His Last Vow (Su ultima voluntad) donde estuvo el enfrentamiento frente al «malo» de temporada (a quien vimos fugazmente en el episodio transmitido el primero de enero): Charles Augustus Magnussen. Un villano que no llega ni de lejos al poderío mostrado por Moriarty en las dos anteriores temporadas y que en comparativa, obviamente, sale perdiendo, pero su intervención lográ develar varios secretos sobre otros personajes centrales.
Este capítulo final en oposición a los anteriores se desarrolla mayormente en torno al caso, sin olvidar que el motor de investigación que guió al desenlace fue la aceptación definitiva y nefasta para Holmes: Watson es verdaderamente su amigo, y haría lo que fuera por el bienestar de éste.
Aunque confuso pero con el cierre magnánimo que todos esperabamos, el final de temporada nos convenció aún más de algo que ya sabíamos: las buenas adicciones son necesarias, y como una droga que llega en pequeñas dosis, Sherlock sólo logra dejarnos con ganas de más, siempre más.
Conclusiones:
El nivel actoral de Cumberbatch y Freeman no logra más que mejorar en cada plano y cada escena, así como el elenco que ya conocíamos y los nuevos integrantes que no hicieron más que sumar. Todo en ellos funciona como un perfecto engranaje, que además incluye la pasión por la pieza televisiva en cada instante visual que nos devuelven.
A diferencia de las dos temporadas anteriores que cerraban perfectamente; en esta nueva entrega, así como Sherlock maduró y pudo comenzar a sensibilizarse, los creadores Mark Gatiss y Steven Moffat entendieron una parte esencial: nosotros como espectadores hemos madurado también, nos hemos ido «entrenando» para saber ver más allá de una historia, para pescar detalles y percibir elementos mínimos. Así, como espectadores más ávidos, podemos ser parte de ese juego desde adentro.
Esta tercera temporada apela a eso. A generar complicidad con el observador externo, en lugar de explicarnos que sucede en la trama; en estos episodios hay muchos cabos sueltos. Si bien los casos se resulven, siempre dejaron la sensación de una pieza perdida para cerrar el rompecabezas, que el espectador, en el rol de detective testigo debe enlazar una y otra vez mientras esperamos una cuarta temporada que según dicen los rumores podría llegar en vísperas navideñas.
Falta mucho para el próximo estreno pero, a esta altura del camino, se puede decir Sherlock no es una serie más, sino la condición de film construído capitulo a capitulo, y nos invita al ejercicio de volver a observar las tres temporadas para seguir requisando datos que permitan continuar resignificando las conclusiones obtenidas.