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Crítica: Fuoccoamare (2016) Dir. Gianfranco Rosi

Juan Ventura
Escrito por Juan Ventura

Título original: Fuocoammare; Origen: Italia; Género: Documental; Año: 2016; Duración: 108 min; Director: Gianfranco Rosi; Guión: Gianfranco Rosi; Fotografía: Gianfranco Rosi; Reparto: Pietro Bartolo, Samuele Caruana, Samuele Pucillo, Mattias Cucina, Maria Costa, Maria Signorello, Francesco Mannino, Giuseppe Fragapane, Francesco Paterna; Producción: Donatella Palermo, Gianfranco Rosi, Serge Lalou, Camille Laemle, Roberto Ciccutto, Paolo Del Brocco, Martine Saada, Olivier Pere; Calificación: apta para mayores de 13 años; Estreno en Buenos Aires: 2016 / 08 / 11

“El drama que baña las costas europeas”

Llega a los cines el documental italiano que ganó el Oso de Oro en la Berlinale de este año. El director Gianfranco Rosi (“Sacro GRA”; “El Sicario, Room 164”) construye una cruda mirada sobre la crisis migratoria que azota a Europa haciendo centro en la isla de Lampedusa (Italia), donde la monótona vida de sus 6.000 pescadores convive con la desesperante realidad de los miles de exiliados africanos que diariamente llegan (si es que lo hacen) a esta isla del mediterráneo.

La película está estructurada en base a dos relatos que transcurren en simultáneo: por un lado, la terrible situación de los refugiados desterrados por la guerra, el hambre y la miseria (fagocitados por el insaciable capitalismo trasnacional y expulsados del sistema); y, por otro, el opaco devenir de la existencia de Samuele, un isleño de 12 años a quien seguimos en sus acciones cotidianas. Así, Rosi lo muestra jugando con la honda, asistiendo a la escuela, comiendo con su padre y aprendiendo el duro oficio familiar: la pesca. Lo hace eludiendo algunas técnicas narrativas del documental tradicional, como la voz en off o la entrevista directa, privilegiando de esta manera la cercanía emocional con las vivencias del protagonista.

Estas dos historias, sin embargo, nunca terminan de conectarse. En ningún momento del film se ve de qué manera la crisis migratoria se vincula con los problemas que atraviesa Samuele, o con su modo de vida. Lo propio sucede con los isleños, con quienes no se observan puntos de contacto.

En ese sentido, pese a que están en la misma isla, es como si ambos registros transcurrieran en universos paralelos. Y quizás en parte eso sea lo terrible: que en un mismo territorio puedan vivirse dos realidades tan distintas, con situaciones tan disímiles, sin que cada una se percate de la existencia de la otra.

Sin embargo, la desconexión entre ambas líneas argumentales también genera que la vida de Samuele –aún con muchísimos matices interesantes- por momentos pierda interés frente a la magnitud de la problemática que atraviesan los inmigrantes.

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El único punto de encuentro claro entre ambas historias es Pietro, el médico de Samuele, que a su vez es el encargado de recibir y examinar a los contingentes de extranjeros que arriban a la isla (en general, en un estado deplorable). Las consecuencias del desastre humanitario se hacen visibles en su rostro, incapaz de acostumbrarse a las atrocidades que ve, superado claramente por un conflicto más grande que él y ante el cual no puede hacer mucho para cambiarlo.

Es que los números son escalofriantes: desde 1990, más de 400.000 inmigrantes africanos se lanzaron a la peligrosa travesía de cruzar el Mar Mediterráneo en precarias balsas con serias condiciones de hacinamiento. Al menos 15.000 de ellos murieron en el intento.

Con inteligencia, Rosi hace hincapié en el eficiente engranaje burocrático desarrollado para contener esta situación (visiblemente incontenible), mostrando con cierta ironía cómo el estado clasifica y etiqueta a los inmigrantes -despojados de toda humanidad-, como si fuesen meros números en una cadena de montaje industrial.

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Quizás, el error de Fuoccoamare es que -una vez señalado ese mecanismo administrativo perverso- no se ocupa de restituir las identidades a esos inmigrantes.

En ese sentido, éstos aparecen como un sujeto colectivo anónimo del cual se sabe poco y nada, más allá de su evidente situación de éxodo permanente y su añoranza por un futuro mejor. Pero no se conocen sus nombres, sus historias de vida, lo que piensan, ni tampoco las penurias que los llevaron a huir despavoridamente de sus tierras natales.

En este aspecto, prima en Rosi un análisis un tanto superficial, teñido por una mirada eurocéntrica que además excluye las causas políticas y socioeconómicas que ayudarían a comprender mejor el conflicto.

El film se limita a retratar desde una perspectiva occidental a cuerpos desnutridos y deshidratados, cadáveres apilados y gente sufriendo, sin diferenciarse demasiado de algunos abordajes sensacionalistas de la prensa europea (vale recordar el tratamiento periodístico de la imagen del nene sirio hallado muerto en las playas de Turquía el año pasado).

Fuoccoamare no es una mala película ni mucho menos (no por nada obtuvo el máximo galardón en Berlín). Los planos de Rosi gozan de una potencia dramática vigorosa y, por otro lado, sus personajes son retratados con una innegable sensibilidad. Una película vigente por su temática y que, aún con sus fallas, no hay que perder de vista.

Por Juan Ventura

Crítica de la película
Fecha
Película
Fuoccoamare (2016) Dir. Gianfranco Rosi
Puntaje
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Acerca del autor

Juan Ventura

Juan Ventura

"El cine es la vida misma sin las partes aburridas" - Alfred Hitchcock