Título original: Ben-Hur Año: 2016 Duración: 124 min. País: Estados Unidos Director: Timur Bekmambetov Guión: Keith R. Clarke, John Ridley (Novela: Lewis Wallace) Música: Marco Beltrami Fotografía: Oliver Wood Reparto: Jack Huston, Toby Kebbell, Morgan Freeman, Rodrigo Santoro, Nazanin Boniadi, Pedro Pascal, Olivia Cooke, Ayelet Zurer, Sofia Black-D’Elia, Alisha Heng, Marwan Kenzari, Nico Toffoli Distribuidora: UIP Estreno: 25 de agosto de 2016
No toda nostalgia es buena
En manos de Timur Bekmambetov llega Ben-Hur (2016), una nueva adaptación de la novela homónima de 1880 de Lewis Wallace, que narra como las decisiones religiosas y políticas enfrentan a dos hermanos: el redentor judío Ben-Hur ( Jack Huston) y el romano Mesalla (Toby Kebbell) en una carrera a muerte en la que uno solo saldrá victorioso.
Ben-Hur es una película que no llega a alcanzar un foco coherente en ninguna de sus aristas: no comprende una película de redención, venganza o hasta de un culebrón novelesco –como ocurre en la primera media hora del fin-. En Ben-Hur no hay una deficiencia clave que haga caer y trastabillar al film sobre terreno de ripio, sino que cada uno de los hechos desemboca en una decisión peor y así se forma una acción en cadena imparable de errores.
El director Timur Bekmambetov no estuvo a la altura de las circunstancias –además de que la vara estaba muy alta- para producir una remake acorde y del mismo calibre que el clásico de 1959 bajo la tutela de William Wyler y con la estimada actuación de Charlton Heston y Stephen Boyd, ganadora de once premios Oscars a mejor película, director, protagonista y actor de reparto. Allí se sitúa otro punto muy débil e endeble: el casting. Ni Jack Huston, Toby Kebell o siquiera Morgan Freeman logran generar una empatía o identificación con el espectador y sus propias emociones. Personajes carentes de carisma, espíritu y estima. Interpretaciones muy bajas, superficiales y planas.
Se hace cuesta arriba comprender y aceptar las motivaciones de los hermanos, donde los actores todo el tiempo están contra la pared en un guión pobre e irregular que pierde uno de los mayores y mejores matices que tiene la película; la reflexión sobre el enfrentamiento religioso y político entre romanos y judíos. Igualmente, el personaje del brasileño Rodrigo Santoro –de quien no diremos el nombre para no generar spoilers- es el único que propone algo más en cuanto a lo místico y energético, que produce diferencias desde sus palabras, miradas y hasta como se para frente al espectador y otros personajes.
Sin embargo, pese a la acumulación de malas noticias, la escena más importante del film llegó a buen puerto. Con una manera particular de filmar, más cercana a las tomas que se realizan en la Formula 1, con distintas cámaras Go Pro en diferentes ángulos –como en los caballos, las ruedas de los carruajes- se llega a un climax en este duelo entre hermanos en la pista. Esto resulta lo más acertado de Ben-Hur, pase a que el final culmina con un giro totalmente inesperado e innecesario, que hace perder vigor de lo que se había alcanzado tras la carrera. A pesar de llegar en 3D, esta tecnología sigue la línea de las demás en solo brindar profundidad entre los personajes y el fondo, sin nada más allá para destacar.
Por Alan Schenone