El pasado 21 de julio, HBO emitió el episodio final de la temporada 2 de Big Little Lies, producción que comenzara en 2017, y que inicialmente había sido planteada como miniserie.
Hace algunas semanas escribíamos respecto al regreso de la serie, y planteábamos que dicha temporada probablemente se centraría en el después de la muerte de Perry, en tanto las consecuencias que cada una de las 5 de Monterry, debía afrontar.
Así las cosas, el plato fuerte de esta temporada, centrada en ese eje, fue la disputa -primero sutil y luego judicial- entre Celeste (Nicole Kidman) y Mary Louise (Meryl Streep), por la tenencia de los niños, ya que la segunda consideraba a la primera como una madre insuficientemente buena para la crianza de sus hijos al estar atravesando un duelo -además de sospechar continuamente de Celeste, pensando que ella fue la asesina-. De esta manera, lo central en los últimos episodios de la serie, fue el juicio por tenencia, y las acusaciones de ambas mujeres en el estrado. Un conflicto que tuvo un desenlace adecuado y que en cuanto a actuación refiere, las performances de ambas actrices, fueron lo mejor de esta segunda – y muy dispar- temporada.
Más allá de esa subtrama, el personaje de Jane (Shailene Woodley) comenzó a cerrar su herida, y a permitirse superar lo traumático de su violación, mientras empezó a conocer a un hombre, y a conocerse desde otro lugar, ahora lejos del miedo. En su caso se trató de un buen – y lógico- giro para un personaje que nunca fue demasiado atractivo.
Por otro lado, Renata Klein (Laura Dern), pasó de mujer dueña del mundo, a ser traicionada una y otra vez por su esposo, primero al quedar en bancarrota por sus malos negocios e ilegalidades varias, y luego al descubrir el affair con la niñera. Con este panorama, Renata hace lo único esperable para una mujer con su fortaleza: destruye todo lo poco que le queda y decide volver a empezar, ahora sola y más empoderada que nunca, junto a la pequeña Amabella. De más está decir, que ver a Laura Dern actuando siempre es un deleite, y más en esta temporada, en la que pudo lucir tantas emociones.
La siempre ansiosa e hiperactiva Madeline (Reese Witherspoon) también debe enfrentar varias derrotas: primero al reactualizar sus propios conflictos pasados al lidiar con una hija adolescente que no quiere ir a la universidad y luego al descubrirse su infidelidad ante su esposo Ed (Adam Scott). Así, su paso por esta temporada virará entre reconquistar a Ed y prometer fidelidad, y plantearse revelarle todo sobre la muerte de Perry, para tener un nuevo comienzo 100% honesto. Hacia el final de la temporada, vemos como esta mujer habitualmente soberbia y narcisista, a paso a otra más aútentica, que acepta la no perfección y que de alguna manera se presenta más humanizada.
Finalmente la quinta mujer en cuestión en Big Little Lies es Bonnie (Zoe Kravitz), la autora del asesinato, la más afectada por la mentira y por la culpa subsiguiente. Bonnie la pasa mal en toda la temporada, primero por la gran mochila que debe cargar, luego porque en su afán por entregarse también se pone en juego el futuro de las cuatro cómplices, y finalmente por la aparición de su madre. Es ésta última quien percibe que algo va mal, y una y otra vez acorrala a su hija para hacerla confesar. Hacia el final de temporada, entendemos la conexión entre la reacción de Bonnie al ver a Perry maltratando a Celeste, y su propia historia de violencia familiar.
Así es como Bonnie es la única de las 5 de Monterrey que no tiene su final feliz, simplemente porque ella nunca podrá ser feliz mientras sostenga la mentira y no asuma su responsabilidad. De muchas maneras a lo largo de toda la temporada se especula con el posible descubrimiento de lo que realmente pasó la noche del crimen, pero finalmente es Bonnie quien decide poner fin a todo el tormento y entregarse, y en esta última escena, las cinco mujeres vuelven a unirse y hermanarse para acompañar esta decisión.
Sinceramente el desenlace fue bastante previsible, quitando fuerza a una serie, que en su primera entrega había ganado justamente por lo inesperado. En cuanto a la narrativa, toda la temporada fue muy dispar -además hubo conflictos en la propia producción y dirección- y desordenada, resultando igualmente interesante, pero muy lejana a esa excelente primera temporada que recordamos.
Ahora se abre la incógnita por si habrá o no tercera temporada, pero varias voces de HBO han aclarado que «ya no hay más historias que contar sobre estas mujeres» y un poco esa fue la sensación general en torno a esta segunda temporada. Pareciera que fuera del juicio de tenencia, no había mucho que contar, o todo estaba cerrado desde antes, y eso generó un poco de aburrimiento. En ese sentido, tal vez sea acertada la elección, si realmente se sostiene, de no regresar con una tercera temporada de Big Little Lies.
Por Marianela Santillán