COMPETENCIA OFICIAL INTERNACIONAL
Guión: Johannes Nyholm. Elenco: Ylva Gallon, Leif Edlund Johansson, Peter Belli, Katarina Jacobson, Morad Khatchadorian. Director de fotografía: Johan Lundborg, Tobias Höiem-Flyckt. Sonido: Gustaf Berger. Edición: Johannes Nyholm. Dirección de arte: Pia Aleborg. Música: Olof Cornéer, Simon Ohlsson. Productor: Johannes Nyholm. Duración: 86 minutos. Compañía: Johannes Nyholm Produktion, Beofilm. País: Suecia/Dinamarca
Una pesadilla que se repite, tal como The Groundhog Day, pero con el giro macabro de una canción infantil nórdica reinterpretada en código David Lynch y su lado más sangriento. El director sueco Johannes Nyholm (un viejo conocido del BAFICI en los últimos años) combina elementos tanto fantásticos, como visceralmente reales para escarbar en el aspecto psicológico de una pareja que intenta superar el luto de haber perdido a su hija.
Tiempo después de la tragedia, el matrimonio decide irse de campamento con tal de recomponer su relación a uno de los tantos bosques escandinavos junto a la ruta, cuando en medio de la noche son atacados por un peculiar grupo de psicópatas compuesto por un presentador de circo, un hosco montañés con su pitbull rabioso y otro muerto en brazos, y una joven de mirada perturbada. El sadismo inexplicable con el que esta gente los tortura es verdaderamente angustioso, pero más aún, es la repetición de esa misma noche mortal cada vez que son asesinados. Una y otra vez, la pareja se despierta en su carpa por la madrugada, como si nada hubiera sucedido, para ser interceptados por estos desequilibrados, sin importar las medidas que tomen para escapar de ellos ni cuantas veces intenten cambiar el orden de los hechos.
Si bien la tensión inicial de estos brutales encuentros se empieza a diluir con la reiteración, Nyholm utiliza el terror slasher más elemental y estilizado para terminar llevándolo a un plano más abstracto, haciendo patente la metáfora de que los personajes son simples marionetas en un cuento cuyo final ya está escrito. La muerte, el dolor y el miedo se conjugan en algo más que unos simples trastornados en busca de víctimas inocentes, sino que se prestan a varios análisis que incluso siguen apareciendo luego de los créditos. La mejor parte de Koko-di Koko-da está en intentar explicar las piezas que intencionadamente le faltan.