Sección: Música
Entre los numerosos documentales sobre la escena rockera argentina que salieron en el último tiempo, la característica particular de Grita (2018), el film de Yago Blanco, es que más allá de meterse con la historia, las bandas, los recitales de la escena del Buenos Aires Hardcore (entre los años 1989 y 1995), hizo bastante hincapié en las letras y el pensamiento de esas bandas. Por distintos motivos, es difícil encontrar tanta mención a las letras en los documentales rockeros que abordan una escena musical.
Es obvio, el hardcore, hermano directo del heavy metal y el punk, es tan potente como ambos en aspectos ideológicos y musicales y su filial argentina no se iba a quedar atrás. El retrato documental y la exhaustividad de las fuentes es clara, el trabajo del realizador incluyó entrevistas a gran cantidad de bandas y, sobre todo, numeroso material de archivo casero de recitales de la época, algo que suele haber en esta última camada de documentales rockeros, pero que se destacó particularmente en Grita. En especial consideración al tratarse de una escena musical que no tuvo grandes exponentes populares, como si los tuvo el punk o el metal, por ejemplo.
El documental tiene un público de nicho muy marcado, está pensado para aquellos interesados en el rock y la música pesada en particular, pero narra bien la historia de la escena y no tiene pudor en mencionar los detalles puntuales por los cuales se desarmó ese movimiento, que atraía una gran cantidad de jóvenes.
Se trata de una virtud importante, ya que muchos de estos documentales rockeros suelen evadir los celos y las peleas internas entre las bandas para focalizar en la hermandad del movimiento, aunque la realidad haya marcado otra cosa. Incluso no teme en incluir testimonios de músicos que ven con cariño la etapa, pero que actualmente reniegan del género.
Un defecto del film fue no haber puntualizado mejor en las grandes diferencias ideológicas que tenían los públicos internos (skinheads, anarquistas, libertarios anarquistas, etc), y solo decidió poner el foco, en cierto momento, en los «straight edge», quizás una de las ideologías más vapuleadas por cierto público.
Hablando en primera persona, “Grita” generó en mí, como público interesado en el rock, pero poco movilizado por el hardcore, un especial interés a lo largo del film. Ya que al tratarse de un movimiento secundario dentro del punk, el Buenos Aires Hardcore logró establecerse como una escena importante que luego derivó en otras bandas y géneros dentro del rock nacional – como Fun People, Massacre, etc. Pero lo bueno del film es que prioriza esas bandas más chicas y desconocidas por el gran público que generaron buena parte de la semilla inicial.