El famoso relato (un mundo en crisis)
Dentro de los relatos sobre la modernidad y las grandes discusiones que se provocaron durante el siglo XIX, una que nos tocó muy de cerca fue la de civilización o barbarie. Sarmiento no fue el único que puso este dualismo de manifiesto, pero en nuestro país es el representante oficial del slogan, por llamarlo de alguna forma.
La idea atravesó, y se extendió, por el siglo XX, y aún hoy continúa vigente. Sin embargo, el hombre ya instalado en plena posmodernidad, parece haber olvidado muchos de los avances y reclama una vuelta a esos tiempos de fronteras cerradas ante la amenaza externa.
El hombre que disparó a LIberty Valance (1962), de John Ford, es una película hecha y derecha para entender esas ideas muy didácticamente, que directamente explican el punto que quiere argumentar. Porque ni siquiera le interesa ahorrar en metáforas y, expresamente exhibe la lucha de la civilización, encarnada en un abogado legalista de la ciudad que va a un pueblo del lejano oeste a educar y alfabetizar.
Los pistoleros, la ley y el orden
Porque incluso en el melodrama romántico, en el cual están involucrados Ransom Stoddard (James Stuart) y Tom Doniphon (John Wayne) que desean el amor de Hallie (Vera Miles), se muestran los valores que triunfan y que el progreso romántico va de la mano de la inteligencia y la razón.
El lejano oeste, el western, como temática dentro del cine estuvo en el centro de la escena por mucho tiempo. Era el recuerdo cercano, en Norteamérica, de un mundo hostil, lejos de la promesa de la modernidad, donde los valores democráticos no estaban establecidos y donde había que poner orden a la fuerza.
Ahí llega Ransom Stoddard, al principio del film, con el progreso ya instalado y en marcha. Lejos del pasado del terror, el prestigioso político atraviesa por un lugar que a los espectadores, en un principio nos parece parte de su pasado, donde hubo algo muy importante puesto en juego. Todos los guiños que suceden al principio, tendrán respuesta a medida que avanza el film, por eso narrativamente, el film cierra por todos lados. Porque en el flashback, vemos que la primera llegada de Stoddard al pueblo de Shinbone, es un poco caótica, luego del ataque recibido por el bandido Liberty Valance (Lee Marvin).
Desde ahí vemos la exigencia del protagonista, hombre de leyes, que demanda una respuesta de parte de alguna autoridad, y lo único que encuentra es al Marshal Link Appleyard, un sheriff torpe y cobarde que le falta impronta para imponer la ley del oeste.
Esa ley que se implanta a la fuerza, el darwinismo puro, la supervivencia del más fuerte. Un estado ausente que Ransom Stoddard, hombre que representa al Iluminismo, a las raíces de la independencia norteamericana, reclama.
El papel de Tom Doniphon es fundamental, porque es la llave para que los valores democráticos y de libertad se impongan. Es el líder del mundo viejo que le entrega y le enseña la autoridad del poder vigente al abogado, relegando su potencia y su ego. En cierta forma, se trata de un auto-sacrificio muy fuerte, casi un relato mítico de la modernidad. Si en el mundo se sostuvieran esas leyendas populares que van de boca en boca, contadas por pregoneros, “El hombre que disparó a Liberty Valance” sería la leyenda del progreso del siglo XVIII hasta la primera guerra mundial.
La importancia de un estado democrático, alfabetizado y con leyes claras, pero sustentado en el monopolio de la violencia. En el hecho que nadie puede ejercer la violencia por fuera del Estado, el derecho es quien impone la pena al que viola la ley.
Pero además, es leyenda por el magnífico final. Porque la disputa entre Valance y Stoddard se termina en un duelo mano a mano, en el cual Stoddard sale vivo, y es a partir de ahí donde se alza su figura. Donde se crea el mito de que el político es duro y está en todo. Pero esa leyenda no es más que pura habladuría, su protagonista conoce sus limitaciones y la verdad.
“Señor, esto es el oeste. Cuando la leyenda es mejor que los hechos, publicamos la leyenda”. A los hombres no le interesan los hechos, por sí solos. Necesitan sostenerse con una base que le de sustento, que agiganten el mito. Que hagan crecer la idea que el Estado, el hombre, la ciencia o la religión tengan la respuesta correcta para todo y la justicia pura. Pero somos hombres, no hay una visión definitiva o hay una versión única de la historia.
¿Se pudrió todo?
Hoy, el concepto que se plantea en la película de Ford está en crisis. Cuando la caída del muro decretó el fin de la historia, no tenía en cuenta que el mercado no tiene mito firme que crear. O más bien, está tan disperso y tan condensado en un solo objetivo que los valores democráticos de Ransom Stoddard ya no sirven para garantizar su crecimiento. Así, el terrorismo y la globalización golpean a Estados Unidos (puertas adentro, en la credibilidad de su mito) en el centro de su principal atractivo, la libertad. Y los que quieren hacer América grande otra vez, no parecen entender cuál fue su principal valor, más allá de la segunda enmienda.
El film es para discutir cara a cara, y sostiene sus argumentos con mucha claridad. La base del crecimiento de una sociedad está en la educación, en las leyes claras, un Estado firme, en la igualdad de oportunidades y en la representación democrática. Una claridad que hoy está muy diluida y no convence a la misma sociedad que supo atraer y hoy busca otro tipo de respuestas, acordes a otro tipo de sociedad.
Después discutimos si la democracia y los valores occidentales tienen que ser impuestos a la fuerza, como sucedió en países que tuvieron su debido proceso democrático, la historia latinoamericana conoce eso como parte de su tragedia. Y también si el crecimiento económico no significa dejar de respetar las sociedades, comunidades y ecosistemas ya existentes para imponer lo que el mercado desea sin mediación. Entre tantas discusiones que se pueden hacer con el film.
Porque más allá de discutir el progreso del siglo XX, el problema es que el famoso relato (palabra de moda) que sirvió de inspiración para esta película, no funciona para explicar los problemas de hoy. Porque lo que el mundo parece pedir en algunos sectores, tristemente, es la restauración conservadora, ya sea en la yihad, en los muros internacionales, en la falta de humanidad con las víctimas de la guerra y en la falta de tolerancia con la diferencia en todos los aspectos, ya sean ideológicos, étnicos o religiosos.
Los Estados ya no parecen tener el monopolio de la violencia. O más bien, se agregaron nuevos tipos de violencia que los Estados no pueden controlar completamente, ya sea en Internet, en el comercio ilegal o frente a nuevos grupos políticos/religiosos. El escenario no es nuevo y como toda puja de poder, la solución todavía no es definitiva. Pero el problema está en 3 preguntas: ¿Por qué los Estados perdieron parte del monopolio?, ¿Lo quieren recuperar? y ¿A cambio de qué lo quieren recuperar?
Por Germán Morales