El nuevo documental de Netflix sobre Keith Richards, Under the Influence (2015) empieza y termina con el tema de la vejez del músico. El inicio y la conclusión del documental dirigido por Morgan Neville logra plasmar algunas palabras del ícono rockero sobre el hecho de envejecer, además, nos hace indagar sobre la gran pregunta que todos tenemos en nuestra mente: “¿Cómo carajo hizo Keith Richards para llegar a esta edad y no morir en el intento?”.
Sin embargo, hay pocas reflexiones en el documental sobre el desborde rocanrolero del músico, pero igualmente son contundentes: “la imagen que uno lleva no desaparece, es como una bola con una cadena atada al pie”, reflexiona con cierta amargura el guitarrista de los Rolling Stones. Parece inevitable hablar de eso en una película de Richards, en la que todos pueden esperar un relato que agigante el mito de fiestero incontrolable, pero la película decepciona a los espectadores que ansían por historias destruyendo hoteles y orgías con groupies.
Por el contrario, desde el título, la película hace sus intenciones más que explicitas, con un doble sentido que le hace honor a Keef: “Under the Influence”. El documental es un tributo que hace Keith Richards, en primera persona, a sus raíces, sus influencias y aquellas cosas que lo movilizaron en su carrera musical.
Pero sobre todo, sin que suene despectivo, es la mejor campaña de promoción para el nuevo disco que se lanzó el mismo día que este film se estrenó en Netflix. Crosseyed Heart es el nuevo trabajo solista del guitarrista, luego de 20 años sin grabar de esa manera. Pero no fue la única forma de promoción que encontró el pícaro músico.
Sus declaraciones con pimienta fueron más que suficientes para levantar el polvo:
- Metallica y Black Sabbath son un gran chiste.
- Quiero que mis hijas aspiren mis cenizas
- Sgt. Pepper es un montón de mierda
La película es la mejor promoción porque deja un relato honesto, personal, que homenajea sus propias virtudes, ídolos y su carrera.
Pero volviendo al film, hay un plano recurrente que muestra a Keith de espaldas, caminando en un campo o una planicie natural. Ese plano llega al espectador como un deseo del guitarrista de seguir adelante, que su vida va más allá de los excesos propios de la vida del rock. Su vida es el rock and roll (lo diferencia del rock) y el blues; su casa es el estudio de grabación y el escenario, no los hoteles destruidos o el exceso de whisky y drogas. El mito del Keith Richards desbordado puede ser cierto, pero de esose puede leer en “Life” (su libro autobiográfico), lo que verdaderamente lo moviliza está en Muddy Waters, Chuck Berry, Buddy Holly, Mozard, el reggae y su vida junto a Mick Jagger.
Es un documental para aquellos que les interesa la música, no el sensacionalismo a lo “Behind the Music” o el documental de Kurt Cobain, del que ya hablamos aquí. Es una larga entrevista a Keith, mientras recorre lugares o momentos que considera importantes para su carrera. Es un tributo a la música norteamericana que lo hizo ser quien es. Sí, deja curiosidades de las grabaciones con los Rolling Stones, pero para aquellos que quieran ver detalles de la relación con la banda, está claro que no es el lugar, más allá de la mención a la tercera guerra mundial que, según el guitarrista, ocurrió entre 1985 y 1989.
En definitiva, es la película de Keith Richards… solista.
Por Germán Morales