La segunda temporada de True Detective (HBO) bajó considerablemente nuestras expectativas de esperar una tercera entrega. Sin embargo al leer la lista de actores que formaban parte del nuevo staff, con Mahershala Alí a la cabeza, la esperanza se renovó parcialmente. Porque “in Mahershala we trust”.
El envase importa
Más allá que True Detective funciona como miniserie, en el análisis -un poco tardío ya que la serie culminó hace unos meses- es necesario volcar una pequeña referencia a las temporadas anteriores por lo menos desde lo formal. Esta tercera temporada desde esa mirada estructural volvió a la dupla de detectives, Wayne Hays (Mahershala Ali) y Roland West (Stephen Dorff), aunque con un protagonismo centrado en la figura de Hays con los problemas y beneficios que el caso en cuestión generó en su vida. El caso central es la desaparición de Julie Purcell y la muerte de Will Purcell, en tres líneas temporales -1980, 1990 y 2015.
Volviendo al análisis, también se puede decir que la serie en todas sus temporadas respeta determinada problemática: casos no resueltos con varias líneas temporales, ocultos por un poder extraño, policías honestos pero problemáticos por su sinceridad brutal, vidas marcadas por el caso y varias ramificaciones del mismo -se atraen numerosas muertes y desapariciones-. Esto se puede terminar de definir ahora, porque si bien la temporada dos respetaba varias de estas características, era poco previsible conocer de antemano la dirección que tomaría nueva entrega.
Hay que lavar los trapitos en casa
Salgamos de esta introducción y veamos un poco qué ocurrió en estos 8 episodios. Podríamos reafirmar que como la primera temporada no habrá, pero hay cuestiones a revisar positiva y negativamente. A mi criterio, la segunda temporada tuvo que cargar con el peso duro de la primera y por eso se la vapuleó de más, a nivel guión y lógica por momentos era difícil de seguir – su argumento se enredó como un auricular en el bolsillo del pantalón con cuatro protagonistas-, sin embargo no resultó una entrega aburrida a nivel acción.
Vuelvo sobre la segunda porque esta tercera temporada no falló en la coherencia de su argumento, sin embargo por momentos se tornó muy lenta, densa, en especial en la trama familiar del detective Hays. A pesar que hubo buena química entre Amelia Reardon (Carmen Ejogo) con su esposo Wayne, los climas y su vida intramuros, por momentos, se hacían demasiado largos y tediosos. Además en ciertas ocasiones hubo falta de intensidad o dramatismo, quizás por la personalidad de ambos, y en otras se exageraron las peleas. Esto no menosprecia para nada las performances de los dos actores, cuyos papeles estuvieron muy bien. Quizás esto se potencia ya que la mayoría de los hechos se centran demasiado en las consecuencias que tiene todo el caso en la vida de Hays -en todas las líneas temporales por diferentes motivos- y esto genera un agotamiento del tema.
Con los pies sobre la tierra
Sobre el caso, va de menor a mayor y se puede decir lo mismo de la serie. Sin querer entrar en spoilers -pero inevitablemente tengo que recurrir a ellos-, lo interesante de esta temporada es que insinúa demasiados caminos oscuros -como siempre-, incluso hay una pequeña mención a la primera temporada, a pesar de ello, el caso es completamente terrenal e incluso simbólico con la vida del protagonista. Mientras los detectives buscaban encontrar una explicación para las familias que sufrieron la dolorosa desaparición, éstos descuidaban su propia vida y no se permitieron disfrutarla.
Como dijimos, la serie no necesita exagerar -más de lo habitual- en sus escenas de acción como ocurrió en la segunda temporada. Aquí hay buenos momentos de tensión, sobre todo en los capítulos finales, pero también en la masacre que cierra el caso en 1980. Además le da un marco especial de humanidad a estos momentos ya que en la mayoría de las series, los policías no problematizan las muertes que generan y aquí se ve que la brutalidad policial tiene una consecuencia ya sea en sus carreras o bien puertas adentro.
A perfect circle
Esta tercera temporada culmina dejando un mejor sabor de boca ya que se encarga de cerrar todas las posibles teorías y no deja margen para especular con otra posible solución. Todas las temporadas de True Detective nos muestran que el poder y la burocracia policial tienen motivaciones coordinadas, sin embargo, aquí se diferencia ya que el cierre no está atado a cuestiones macabras -como el satanismo, prostitución y trata, o misticismo-, sino a una necesidad humana elemental (aunque esto no implica que el caso deje de ser perverso).
Quizás algunos siguen esperando un Rust Cohle II y se encuentran defraudados, para otros True Detective recuperó el camino. En síntesis, lo que se encontró en estos nuevos episiodios fue una identidad concreta. Eso es en definitiva lo positivo. A pesar de eso, el peso de su primera temporada continúa vigente.
Por Germán Morales