Volver a creer
Sabemos que el humor no es una tarea fácil, es muy habitual que lo que empieza en risas continuas y personajes graciosos por su particularidad, termine en el sobre chiste y la exageración del recurso principal de cada protagonista. Sobre todo cuando se trata de una trama tan compleja y al mismo tiempo fácil de desarmar, ahí empezaron los problemas para series como The Good Place (2016-), por ejemplo.
Así como Atlanta (2016-) levantó el guante del no humor absurdo -ese que dejó Louie-, la nueva serie de HBO, Barry (2017-) toma lo mejor de lo absurdo y el humor simple. La primera temporada fue genial, sin embargo, con gran parte del argumento principal desarmado, era previsible -dentro del prejuicio- que la falla iba a llegar en esta segunda temporada.
Por suerte no fue así. Se puede afirmar con facilidad que esta segunda temporada de Barry se supera en lo absurdo, en lo sorprendente y aún, al igual que en su debut, mantiene coherencia tanto en sus personajes, como en lo narrativo.
Hagamos un repaso – lleno de spoilers, por supuesto.
En la primera temporada conocimos a Barry, un asesino a sueldo que repentinamente descubre el mundo actoral y teatral, quien a partir de eso, quiere darle un giro a su vida, mientras sortea los obstáculos de sus antiguos lazos criminales.
Al matar a su principal amenaza (Janice Moss – Paula Newsome) y con su mentor Fuches (Stephen Root) aceptando su cambio de vida, parecía que las cosas iban a ser tranquilas para Barry (Bill Hader). Sin embargo, la tragedia de este antihéroe será que su destino está marcado para que inevitablemente siempre vuelva a hacer lo que mejor sabe, matar; regresando una y otra vez a esa oscuridad que tanto se empeña por abandonar.
Ese es en definitiva el gran nudo de la serie. En la primera temporada, Barry atraviesa el camino del dilema, el hecho de encontrar en la actuación una nueva pasión, una luz para obtener sentido dentro de una vida corriente. Cuando eso se desbarató, creímos que el camino absurdo de convertirse en una persona normal sería poco rebuscado o falto de creatividad.
Pero el problema es que dejar los viejos vicios no son tan fáciles como Barry (y nosotros) pensábamos. Aquí es donde Hank (Anthony Carrigan), de los personajes más graciosos de la serie -junto a Cousineau (Henry Winkler)-, aparece para pedirle que vuelva al menos una última vez a entrenar a su ejército para matar a los tibetanos, con el fin de volver a ganar la confianza de su amigo y socio Cristobal.
A partir de la necesidad de Barry de reconvertirse, es donde el giro argumental del final del cuarto capítulo gana en gracia, porque lo insólito en la serie es ley. Y luego de eso, el magistral quinto capítulo gana en fuerza y acción, por lo inesperado, por la negación de Barry y por la ineptitud de todos los protagonistas.
La serie obviamente no se detiene y continúa en el mismo nivel. Ver las escenas de acción en Barry es como estar ausente, todo ocurre a espaldas de la violencia y dedicado de lleno al humor.
Lo mejor es que su cierre -al dejar al descubierto a Barry ante su nuevo mentor- y este gran antecedente, deja al espectador expectante por la llegada de la tercera temporada, con un Barry yendo a un objetivo fijo y con los deseos previos casi frustrados. Así como nos sorprendieron con el camino de estos ocho episodios, también creo que la serie seguramente tomará otro camino, igual de imprevisible y novedoso, que la seguirá destancando entre las mejores comedias de estos tiempos.
Por Germán Morales