Una vez más la marginalidad argentina resulta fascinante para un medio audiovisual y esta vez lo hace tomando como vehículo a uno de sus hijos dilectos: Carlos Tevez.
La miniserie de 8 episodios producida por Netflix y dirigida por Adrián Caetano cuenta un período clave de la vida de Tevez: desde el baby futbol de All Boys hasta su debut en la primera división del fútbol argentino profesional jugando para el Club Atlético Boca Juniors. En el medio y más allá de las anécdotas futboleras del momento, se narran historias circundantes que en realidad resultan las más atractivas para el espectador: como es que este chico vivió su infancia en un Fuerte Apache plagado de violencia.
Con una madre carente de fuerzas para criarlo es adoptado por sus tíos quienes resultan la única contención como para que el chico no tome un mal camino. Que pueda evitar verse enredado por el alcohol, la drogadicción, la delincuencia, los ajustes de cuentas, la violencia y la muerte, todas cartas frecuentes para cualquier vecino del barrio. En definitiva es criado por una familia que intenta inculcarle que a pesar de todo se puede pensar en un futuro promisorio. Algo que es contracultural en un contexto de marginalidad en donde prima la inmediatez y no existen muchos ejemplos de que el estudio o el trabajo honesto, conlleven alguna clase de éxito.
Asimismo la serie está armada como para mostrarnos en espejo tanto su historia como la de su mejor amigo rebautizado para la ficción como Danilo o “el uruguayo”. La diferencia explícita entre ambos es la contención familiar o falta de ella, que determina que sus caminos se bifurquen. La serie se llama «La vida de Carlos Tevez» pero bien podría llamarse «La vida de Carlos Tevez y Danilo Sanchez».
Contar la infancia de un ídolo popular argentino, aportando historias que lo rozan y pueden haberlo afectado aunque no lo tuvieran en el centro de la escena y hacerlo con una cierta sensibilidad como para tratar con temas delicados sin caer en ciertos prejuicios haciendo además que el producto sea entretenido y de calidad, es un tarea realmente difícil. ¿Se logra? Yo diría que sí, aunque entendiendo la complejidad del desafío, también debemos admitir que por momentos deja gusto a poco.
Lo mejor pasa por la credibilidad de algunos de sus personajes. Por ejemplo Balthazar Murillo, el Carlitos Tevez de la serie que con un convincente physique du rol logra una muy digna actuación. Este es un gran acierto de la encargada de casting Verónica Souto y no resulta el único ya que también están muy bien seleccionados muchos de los actores secundarios del envío, generalmente los pertenecientes a las facciones más violentas del Fuerte. Pero lo más destacado del elenco pasa por ese núcleo familiar que incluye a la tan sobresaliente como irreconocible Vanesa Gonzalez en el rol de Adriana, la mamá de crianza de Carlos. Y también quien resulta a mi entender el punto más alto de todos: Alberto Ajaka quien encarna a Segundo, “papá” del goleador. Tanto Vanesa como Alberto manejan con maestría un lenguaje corporal introvertido representando con gran sensibilidad el espíritu y la procedencia de sus personajes. El trabajo de Gonzalez es muy bueno y el de Ajaka es genial.
Contar la historia de Danilo y otras subtramas es una buena decisión que robustece el interés que puede suscitar en nosotros conocer la historia de Carlos. Ahí donde lo narrativo y lo argumental pueden llegar a flaquear, la fortaleza de lo anecdótico arremete, dejándonos boquiabiertos frente a esta crudeza basada en hechos reales.
Pero como dijimos hay ciertos detalles de producción en los que la serie parece flaquear. Por ejemplo el uso casi total de planos cortos si bien puede escudarse en un intento por mantener una atmósfera de estrés narrativo, más parece un esfuerzo por ocultar ciertas debilidades a la hora de implementar una fotografía de más calidad y/o más orgánica. Lo mismo pasa con su coloración que sumado a lo anterior promueve adrede una épica que fascinada por la crudeza de los hechos a mostrar, parece no tomarse tiempo para oxigenarse en el relato, al mismo tiempo que por momentos desnaturaliza la credibilidad de sus propios personajes. Es como si la ambientación siempre se enfocara en su rusticidad nunca permitiéndose relajarse o mostrar a sus personajes en situaciones en donde no estén expresando todo el tiempo sus peculiares características. Como si la única preocupación pasase por lo encarnizado expositivo y se temiera o despreciara la idea de establecer puentes sensibles de los personajes hacía el espectador.
Entender esta clase de contextos es tarea difícil y no es para cualquiera, está claro. Por eso se puede incurrir en esta suerte de problemas. Esto también puede verse expresado respecto a la parte actoral y en esta serie lo muestra vívidamente Sofía Gala Castiglione. Sofía encarna a Fabiana, la mamá biológica de Carlos. Y no sabe como resolver el papel. Su actuación parece una pantomima y una pobre imitación que haría una persona en un contexto de juego. Algo que queda mucho más expuesto en la interacción con otros actores como ya dijimos, mucho más creíbles en sus papeles. Una interpretación inexplicable que deja de relieve esta suerte de saturación que parece ser parte de la propuesta narrativa.
Otro punto decepcionante es enterarse post-visualizado, que ciertos hechos no sucedieron como se mostró en la serie y que de hecho, varias cosas fueron suavizadas para la ficción. Por ejemplo muchas de las que hacen referencia al mejor amigo de Carlitos. Algo muy malo porque como ya dijimos, lo más interesante del programa pasa por su riqueza anecdótica y si uno empieza a desconfiar de la veracidad de los hechos, el resto corre riesgo de desarmarse.
Por otro lado la historia cuenta la vida de dos adolescentes entre sus 14 y 18 años de edad. Un rango que es crucial en cuanto al desarrollo físico por lo cual, otro de los puntos flojos aunque inevitable, es que resulta difícil encuadrarlos en ciertas categorías. Es desconcertante el paso de los años cuando los chicos lucen prácticamente igual a lo largo de toda la serie.
En líneas generales podemos afirmar que APACHE: la vida de Carlos Tevez está a la altura de las expectativas siendo una serie muy entretenida, que brilla gracias a lo fascinante del contexto y al gran valor anecdótico que rodea a la crianza de Carlitos y a su transformación en futbolista. Un buen casting en líneas generales suma al realismo de la propuesta. Aunque lo complejo del planteo argumental y una narrativa algo saturada pueda sacarle algo de consistencia, la historia de Carlos Tevez en versión Netflix, sigue siendo digna de ser conocida.
Por Lautaro Olivera