A Hollywood le encanta exprimir a sus vacas sagradas hasta dejarlas flacas. Ojalá las secuelas de cada película fueran aún mejores que sus predecesoras, si no, ¿para qué hacerlas?
El listado a continuación es solo una pequeña muestra de todas las veces que se intentó volar demasiado cerca del sol con una película y, como Ícaro, terminaron al fondo del mar.
Mortal Kombat Aniquilación (1997)
En 1995, se estrenó el primer largometraje de esta adaptación del famoso videojuego Mortal Kombat (de paso les recomendamos en el enlace, el repaso de la saga que hizo Lautaro Olivera), y pese a no ser una película que quedó en los anales de la cinematografía, tuvo una buena recepción. Los fans del juego alabaron el reparto, los efectos especiales y el hecho que se respetara la esencia del videojuego. No era tarea fácil.
Pero, como bien dijo Lautaro, luego llegó la segunda parte y con apenas Robin Shou y Talisa Soto de la película original, no cumplieron las expectativas de la primera película. Había que hacer un esfuerzo en arruinarla visto que encima el listón de la anterior película tampoco había sido tan alto, pero lo lograron. Personajes superficiales, efectos especiales de bajo presupuesto y peleas sin sentido alrededor de una trama banal.
El nuevo Karate Kid (1994)
La saga original de Karate Kid tuvo tres películas muy exitosas en la década de los 80. Bajo el lema “Si funciona para qué cambiar”, se elevaron al olimpo de las películas y seguramente se pensaron que era imposible arruinar el producto.
Con El nuevo Karate Kid (Karate Kid IV – 1994) intentaron darle una vuelta a la idea original y se estrellaron contra una pared. Hicieron desaparecer al protagonista de las primeras películas, Daniel Larusso (interpretado por el legendario Ralph Macchio) y abusaron de una narrativa más violenta que en sus antecesores. Pese a la mala recepción que tuvieron, se pudo apreciar una buena actuación del siempre confiable Pat Morita (Profesor Miyagi) y de una joven Hilary Swank, antes de ser galardonada con un Oscar, ¡aunque no por esta película obviamente! Después vino Cobra Kai, pero eso es otra historia.
Jumanji: En la Selva (2017)
Cualquier persona que haya vivido el estreno de Jumanji en 1995 puede sentir la decepción que fue su secuela en 2017. Parecía que este gran clásico permanecería intacto, pero la ambición de Hollywood terminó por ultrajar esta película con una secuela al mejor estilo Hollywoodense.
Por lo general, Kevin Hart no es un sello de garantía en películas, pese a que el comediante tiene mucho éxito como presentador en canales de YouTube. Pero ni “La Roca” ni Jack Black tendrían cabida en un Jumanji que respete la película original. Muchas risas y chistes para esta segunda entrega, pero muy poca profundidad de guion. Es una pena que los chicos de hoy en día tengan a esta Jumanji como referencia y no la primera.
Tiburón 3-D (1983)
Esta era la tercera entrega de la aclamada Tiburón (o Jaws) de 1975. No es ni mucho menos la primera película en 3D como parece indicar el nombre, pero es que una productora italiana se adelantó a Hollywood y lanzó su propia película llamada Tiburón 3. Por este motivo tuvieron que agregar la D para respetar los derechos de autor.
Ya era una señal de que una secuela no era el camino para seguir, y es que además la primera secuela (Tiburón 2) ya había recibido críticas mixtas y estaba lejos de haber sido el éxito que lo fue la primera película. Tiburón 3 es la prueba viva de la falta de creatividad crónica que se sufre en Hollywood.
Grease 2 (1982)
A lo mejor no sabías que había existido una secuela a la fenomenal, legendaria y aclamada película de John Travolta y Olivia Newton-John. Pero es que las dos estrellas de la Grease original no participaron de esta película. En su lugar estuvieron Maxwell Caulfield y Michelle Pfeiffer.
Pese a tener a la misma coreógrafa, Grease 2 se queda en eso: Una película con buenas secuencias de baile. Esta entrega iba a ser la primera de una serie de tres que estaban en preproducción, pero por el rotundo fracaso en taquillas, se decidió dejar los planes de más películas. ¡Por suerte!
Por Germán Morales