El próximo lunes 16 de septiembre se termina la segunda temporada de Newsroom, con una tercera ya confirmada para el año que viene. Jeff Daniels, como Will McAvoy, y sus muchachos seguirán al frente del canal de noticias ficticio llamado ACN.
Voy a confesar que me puse a verla este año, a pesar que se estrenó el año pasado y me puse al día para llegar al último capítulo del lunes. Una serie indispensable para todos aquellos que nos gusta (o gustaba) el periodismo, que rescata todos los valores que debería tener el oficio y nos hace soñar con un mundo mejor…
Bueno, hasta ahí íbamos bien. La serie como producto y como objetivo cumple con los cánones básicos de lo que debe ser una serie: complejiza la tarea del periodista con las fuentes, las presiones que recibe, la ética y la moral del profesional con respecto a la vida general, y sin dudas, el respeto por la información y no por el rating. Es decir, considera y problematiza todo aquello que concierne al mundo de la información, y al mismo tiempo, la oficina es consciente y sabe que ocupa una posición diferencial a lo que suele ser el periodismo hoy en día. No vive en una burbuja, aunque se pone en ese lugar.
El problema de la serie es que sabiendo que se introduce en un mundo idealizado, completamente de ensueños para el periodista, resuelve los inconvenientes y los nudos de la misma forma. Es como una novela de Cris Morena para adultos responsables que se preocupan por la realidad. Esa es la culpa que me desgarra el corazón cada vez que me siento a ver un capítulo nuevo. Regodearme con Newsroom es un placer culposo. Con historias de amor que rozan todos los lugares comunes, con una visión romántica casi vetusta del periodismo que pone en un canal de cable todo lo que debería estar en un periódico.
Los puntos altos de la serie, más allá de Jeff Daniels que la descose, me parece que están en aquellas historias secundarias que rodean y cambian capítulo tras capítulo, como las que protagonizan Sloan Sabbith (Olivia Munn), Neal Sampat (Dev Patel). También la simpatía de Charlie Skinner (Sam Waterston) nos hace querer tener un jefe así. También otro punto a favor es la originalidad con la cual abordan aquellas noticias importantes que suceden, los dilemas éticos y la exposición que está en juego. Cada capítulo parece que se define algo importante, y por las consecuencias, no es exagerado.
Más allá de eso, la recomiendo. Sobre todo hacer una comparación contra el periodismo que consumimos en los canales de cable, que en sus noticieros pasan videos graciosos de Internet para rellenar espacio y sumar rating, o tratando casos policiales como si fuesen películas porno. También para entender que no necesariamente una serie sobre periodismo tiene que ser 100% real para ser efectiva, se pueden reivindicar valores idealistas sin ser ingenuos.