Algunas apreciaciones sobre la cultura pop sin ningún tipo de fundamento
Mi nombre es Lautaro y me gustan mucho los comics. También el cine y las series, lo cual constituiría el núcleo de lo que se suele denominar como la cultura pop. Así que ergo, podría afirmar que me gusta la cultura pop. Pero: ¿A quien no? ¿Acaso a tu mamá no le gustó Kill Bill?
No obstante siempre aprecié al comic como un arte en sí mismo, prescindiendo de todo lo que lo pueda circundar. Lo valoro en su justa medida como un medio artístico y narrativo con sus riquezas y particularidades. No por las pasiones que despierta en sus fanáticos, por ejemplo. Nunca me subí al tren de esas personas que vanaglorian estilo sobre sustancia y terminan siendo hinchas de su hinchada. Dicho en otras palabras: nunca entendí a la gente que se disfraza de sus personajes favoritos.
La cultura pop está especialmente en los últimos años, en constante y altisonante expansión. Creo yo gracias al cine de Marvel, los cambios en el consumo a raíz de Netflix, y la gran apertura de mercados para treintañeros nostálgicos que con plata en los bolsillos saldan viejas deudas de una infancia donde la única moneda de cambio era la fascinación.
Destaco por sobre todo los comics porque son el bastión en el que se constituyen eventos como este (incluso habiendo cada vez menos stands de comics en el lugar). Y porque a pesar de amarlos, nunca en mi vida me había interesado asistir a una ComicCon. Esta es mi experiencia dándome unas vueltas por la Argentina ComicCon 2019, edición 12.
Lost
Costa Salguero es un predio muy grande. Ubicado en un margen de la ciudad es curioso que un lugar aparentemente parido para recibir a las clases altas, esté tan cercano a un río cuyo altamente hediondo e ineludible olor te recibe y te despide dándole un toque especial a tu visita.
Luego de una buena caminata y de pasar por un par de stands con ubicación privilegiada para Disney (con una atracción de una franquicia para chicos que no supe reconocer) y para un Netflix que exhibía una estatua tamaño natural de Eleven de Strangers Things (imán natural para sacarse fotos junto a la heroína) vi el primer y único mapa del lugar que vería en toda esta aventura. Los pabellones de Costa Salguero se comunican de un modo irregular y es fácil perderse sin una guía. La organización prescindió de regar más mapas a lo largo de la convención y tampoco repartió flyers en la entrada, lo cual dificultó el transito e hizo que perdiera la cuenta respecto de cuantas veces me perdí en el lugar. Incluso me pregunto si no es algo a propósito como para que una vez adentro a uno le cueste salir y no le quede otra que enfrentarse una y otra vez con las tentaciones de un lugar hecho específicamente para consumir.
Papuchooooooooo!!!!
Así Axel Kutchevatzsky pidió que recibiéramos a Guillermo Francella, a modo de irónica ovación, frente a un apesadumbrado actor por tal penoso pedido durante el panel de El Robo Del Siglo, película que retrata el famoso robo al Banco Río allá a principios de la década del 2000. Una película tanque en lo que respecta al cine argentino y con aspiraciones de romper la taquilla. Una superproducción para el contexto nacional que nos vuelve a presentar al Francella «serio» (más allá de la picardía de Vitette Sellanes, su personaje a retratar en este envío) y actoralmente comprometido, lejos del humor chabacano que lo hizo famoso y asquerosamente popular. Aunque el fantasma de eso lo vaya a perseguir eternamente, no permitiéndole escapar. Incluso recibiendo el fuego amigo de un ácido Axel, orgulloso productor de la película.
«Lo nombramos como BANCO RÍO; no usamos un nombre de fantasía.» «En el lugar del hecho funciona otro banco así que no se puede filmar ahí por lo que conseguimos otra locación a algunas cuadras también por zona norte, lo que representa a la perfección la fisionomía del lugar» «Lo más dificultoso fue recrear el túnel donde se llevó a cabo el hecho, esto requirió filmar una parte en el tunel real, construir una escenografía para otros sectores y generar otra parte con efectos especiales», decía un entusiasmado Kuschevatzky mientras rebotaba pelotas entre el director de la película Ariel Winograd y Guillermo Francella, su actor principal.
El trailer ya de por sí prometedor, alcanzaba su máxima expresión hirviendo al candor del auditorio más grande de la convención y acarriado por el espíritu promocional de sus protagonistas. Lo que más entusiasma son los detalles de producción, una evidente gran fotografía y una prometedora narrativa (con mucha onda, con un mood a lo Ocean’s Eleven fusionado con el rock podrido de la Alta Suciedad de Andres Calamaro que musicaliza las promociones de la película). También se nos presenta un elenco actoral de la primera linea nacional aunque en las escenas exclusivas que pudimos ver en el evento, uno se va intranquilo por pobres performances de algunos de los actores del envío. Sabremos mejor sobre esto cuando finalmente la veamos en el cine. Aunque lo atractivo de la historia y todo el empuje con el que saldrá a las salas argentinas, da cuenta de que es una película a la que le va a ir muy bien en taquilla.
Salados los muñequitos
Lo que nos demuestra el afán consumista (y el éxito comercial) de eventos como la ComicCon es que no solo la afición por estos mundillos es bien rentable sino que su éxito más de las veces se basa en la alta gama. En el publico ABC 1 como suele decirse en marketing y en mercados tales como el inmobiliario. Un publico de gran poder adquisitivo que se gasta literalmente miles de pesos en comics y otros productos de merchandising tales como las llamadas figuras de acción (o muñequitos).
Me quedé en babia frente a uno de los stands que tenía productos que sí me resultaban interesantes. Haciéndome el tonto no obstante, por estar fascinado desde el otro lado de una vidriera fantasma, con cosas por las que no podría hacer una erogación financiera tan pesada.
-Cuanto salen los de Saint Seiya? preguntó a mi lado una simpática veinteañera vestida con una peluca de colores fantasía.
–Lo más económico sale a partir de los 7 mil pesos le contestó un llamativamente alegre vendedor que un instante después y ante la mirada atónita de la chica replico con un desafiante: «No es un chiste, vos ves que yo me esté riendo?».
-El de prensa seguro tiene mucha plata. ¿Como se consigue una de esa credenciales? Yo la quiero! me decía un ya confirmadisimamente ebrio vendedor mientras yo escondía a modo de chiste mi credencial y apartaba los ojos de una figura del Iron Man de ¿Endegame o Infinity War? que calculaba saldría unos 6 mil pesos.
Con una altanería pasiva agresiva, un alto tono de voz que rozaba el grito y una cadencia al hablar similar a la de El Diego el buen hombre me siguió dando charla y me comentó que alquilar el stand durante los tres días le costó unos (para nada módicos) 150 mil pesos.
Seguimos charlando y luego de mencionar a «Chaca» me enteré que los chicos al igual que yo eran oriundos del Partido de General San Martín, lo cual llevó a un dialogo sobre calles especificas (vivían apenas a un par de cuadras de mi casa de toda la vida) y hasta tuve un ofrecimiento de regresar con ellos en su auto, el cual decliné por razones que no vienen al caso. Por suerte y luego de una jornada agotadora en donde durante varios momentos me sentí bastante perdido en este para mí extrañisimo contexto de convención, tuve ese dialogo final en donde al menos por un momento: me sentí como en casa.
Por Lautaro Olivera