El final de la primera temporada de Masters of Sex me enganchó bastante, sobre todo por las dificultades que uno intuía que iban a aparecer en el camino de Bill Masters. Recordemos que la serie indaga en el estudio que hizo el doctor en la década del 50, junto a la doctora Virgina Johnson, y un poco más allá, mostrando las relaciones que se formaron (en nombre de la ciencia y el deber) entre los protagonistas. Antes de la finalización de la primera temporada el doctor estaba alejado de Virginia, y eso generó que muestre su estudio científico acerca de las relaciones sexuales de forma muy cruda para lo que era la década del 50, con consecuencias muy graves para su futuro profesional inmediato.
Mucho de eso tuvo esta temporada, Bill Masters tardó en acomodar su vida, con un paso fugaz por varios hospitales, una relación cambiante con Virginia, con Libby, con su familia, con sus nuevos trabajos. Un verdadero carrousel de historias que le dieron un dinamismo y un aire vertiginoso que desorientaron un poco respecto a la primera temporada. El estudio y lo controversial del mismo quedo en un absoluto segundo plano, si bien la serie siempre se encargó de destacar como principal las relaciones entre los personajes, lo interesante que entregaba la serie también estaba en ese conflicto social detrás de los descubrimientos.
En esta segunda temporada hubo demasiados cambios, tanto de personajes como de historias y de conflictos. Al rol de la mujer (tanto como madre como profesional), la homosexualidad, la infidelidad y el derribamiento de mitos en el coito sexual se agregaron nuevos conflictos como la ninfomanía, la segregación racial, la impotencia, el alcoholismo, la violación, el hermafroditismo, entre otros, todos tratados casi al mismo tiempo y en algunos casos entregados en muy pequeñas dosis. Tan pequeñas que no permiten profundizarse y en ciertos momentos marean.
En un principio la segunda temporada de Masters of Sex me parecía que iba por buen rumbo, hubo capítulos brillantes como Fight, pero la serie llegó a un punto en el cual las historias variaron tanto que por momentos me sentí perdido. Prácticamente ninguna historia mantenía mi interés, aunque la curiosidad siempre estuvo.
En definitiva, continúa siendo muy interesante la propuesta de Masters of Sex, la actuación sigue estando en niveles muy altos, pero los vaivenes no ayudaron en esta segunda temporada. Muchos comparan MoS con Mad Men por una cuestión de similitud de época y por la lectura de un momento de la sociedad norteamericana, en principio si puede ser por la forma en la cual se deben entender las acciones y los dramas, pero “Masters of Sex” no llega a tanto. Los dramas que propone son menos profundos y un poco más directos, tampoco llegan a abordar la sociedad de una forma completa, sino que se focaliza en un aspecto de ella. Eso le permite escarbar más, sin embargo, mi opinión es que MoS ve la sexualidad y los dramas de los personajes con ojos actuales, sobre todo en la actitud de personajes como Virginia o Bill, que si bien estaban muy adelantados para su época y se nota que aún conservan ciertos parámetros con los cuales fueron criados, no logra despegarse del todo de su mirada retrospectiva. Mad Men en cambio logra convencer un poco más en su introducción hacia el pasado.
Mañana cierra la segunda temporada, por eso antes de llegar a una conclusión final, les brindamos la crítica del antepenultimo capítulo.
Crítica del capítulo 11: “One for the money, two for the show”
Luego de finalmente haber logrado concebir hijos, la relación entre Libby y el binomio Bill/Virginia parecía una especie de trio implícito y consensuado, donde la principal damnificada era Libby. Estaba claro que el camino del personaje de Caitlin FitzGerald tenía que dirigirse a un nuevo horizonte, más allá de ser la obsesiva cuidadora de sus hijos, siempre hubo una carencia y una búsqueda en ella. Al encontrar a Robert Franklin, Libby siempre sintió un rechazo que ahora explica muy claramente y se entiende su justificación. La famosa regla de que los opuestos se atraen llegó finalmente para ella.
Masters of Sex, más allá de los distintos detalles fisiológicos y psicológicos que trata, también aborda situaciones menores en el sexo o las relaciones, que las entrega en breves momentos. En Libby siempre hubo una especie de envidia por las demás parejas, todo porque no consigue llamar la atención de su marido que en todo momento tiene sus ojos en el estudio y en la química sexual que tiene con Virginia. En algún momento pensé que iba a estallar la paciencia de Libby, pero nunca me imaginé que así. Siempre me pareció el personaje más subvalorado de toda la serie, en definitiva su monologo terminó de cerrar muy bien mi pensamiento sobre ella y su búsqueda.
Todo este capítulo gira en torno a la grabación del estudio sexual en la clínica de Bill, pero en definitiva la protagonista es ella, porque abrió los ojos, nos brindó el momento más importante y también entendió que está lejos de llamar la atención de Bill.
Hay que saber vender, pero esta vez Bill Masters está preparado. A pesar de sentirse incomodo por la situación que está atravesando, hay una diferencia muy clara con la forma de venderse que tuvo en la primera temporada. Esta vez está “asesorado”, y con asesorado quiero decir censurado. Todos los defectos y los problemas que acarreó en esa primera exhibición, hoy se puede decir que se encuentra en una situación diametralmente opuesta. Si bien la televisión, como medio y como forma tiene una naturaleza distinta a una sala de 100 personas, en los 2 casos busca dar a conocer sus resultados. Pero su principal ventaja en esta oportunidad es Virginia que de alguna forma supervisa y guía la exposición, a pesar de haber tenido la cabeza en sus hijos.
No sé si lo más fuerte se vio en este capítulo, yo creo que habrá una sorpresa para el final. Se lo debe la serie, un buen gancho para la próxima temporada. Un cambio definitivo para una nueva etapa con otro tipo de problemas.