La semana pasada, la producción de Underground que transmite Telefé, «Historia de un Clan«, llegó al capítulo más esperado desde que la serie comenzó. Fue mucho lo que pasó hasta ahora, y si bien empezó en un gran nivel que en los primeros capítulos sorprendió, se puede decir que al evolucionar y con el transcurrir de los episodios, tuvo un leve bajón y no sostuvo ese gran impacto y buena vibra.
Para ser justos también hay que decir que la serie sí conservó el gran nivel de actuaciones y el excelente trabajo de producción artística a lo largo de sus por ahora, 10 capítulos emitidos. Personajes como los de Cecilia Roth, Rita Pauls o Pablo Cedrón crecieron mucho en la serie y fueron, por lo menos a mi criterio, los que brindaron los mejores momentos a la serie. Seguir puntualizando en nombres es injusto porque el elenco en general está muy bien.
El famoso agujero
Mi principal cuestionamiento es con el eje que tomó la serie en general. Si bien los secuestros y la historia familiar fueron lo principal, la relación sexual entre los personajes en todos los capítulos empezó siendo una curiosidad, que luego generó rechazo, y después hartazgo. La sexualidad nunca pretendió ser atractiva, y, entre Eros y Tánatos se quedó claramente con el segundo, pero tomó una centralidad innecesaria y buscó remarcar la hipocresía de esos sectores acomodados de una forma infantil. Parte de la marca que se vio antiguas producciones cinematográficas de Luis Ortega (Caja Negra, Monobloc, Dromómanos, Lulú), estuvo muy presente.
El producto en ningún momento pretendió seguir al pie de la letra la historia real de la familia Puccio, pero la deformación que decidió encarar terminó por restarle. La evolución sexual de todos los personajes no fue para bien, ya que de alguna forma tuvieron que exhibir que su perversión sexual estaba relacionada a los males familiares o eran, de alguna forma, causa de una sociedad pacata y conservadora. Incluso algún personaje muere por eso….
Pero qué personaje…
Lo más interesante de la serie son los personajes más allá del aspecto que señalamos. Arquímedes (Alejandro Awada), sin duda, es el más enigmático e interesante de la serie, pero también lo son los personajes de Daniel (Nazareno Casero) y Adriana (Rita Pauls). En sus intervenciones ambos mostraron dos matices opuestos de la familia. Por un lado, la mirada y la intuición del personaje de Adriana le dieron frescura a la serie, además de las escenas de su romance con Laborda (Pablo Cedrón), que exhibieron los momentos de mayor paz de la serie, de la misma forma que lo logró el intercambio entre Alejandro (Chino Darín) y la secuestrada Nélida Bollini (Verónica Llinás).
Daniel, por otro lado, muestra como se acentúa su costado de violencia e intolerancia, directamente relacionado con el nazi-fascismo, por lo menos en el último capítulo. Quizás no hacía falta ser tan directo y explícito, pero el personaje de Nazareno Casero venía demostrando una preocupación muy perversa por los secuestrados, charlándoles, exhibiendo parte de la “filosofía” Puccio.
Toda una filosofía contemporánea
Esa ideología familiar, confusa y contradictoria, fue generada por el mentor Arquímedes, que en sus frases funciona como un péndulo que juega tanto con el antisemitismo, el anarquismo, apela a los grupos de extrema izquierda y se justifica con ellos para elegir a sus víctimas, mientras recuerda alguna cita de Perón. Arquímedes tiene un repertorio de expresiones muy variadas e interesantes, por más que no estemos de acuerdo con ellas. Se justifica tanto por izquierda como por derecha para llevar a cabo sus fechorías, una especie de hibrido ideológico, útil para desenmascarar la idea que los extremos en algún lugar se asemejan.
Otro personaje interesante fue el de Epifanía (Cecilia Roth), que se encontraba dentro de un infierno que desconocía, como una especie de cómplice indirecta. Ella era la imagen externa de lo que la familia pretendía ser y pensar, la máscara de la familia que en el fondo esconde un monstruo que el personaje de Roth desconocía. En sí la familia es exhibida como una pequeña muestra de lo que era la sociedad argentina durante la dictadura, por eso el caso fue tan emblemático en los ochentas. En su cáscara, pretende ser exitosa y correcta; pero en la realidad, era perversa y asesina.
Por eso el último capítulo que se exhibirá por televisión el próximo miércoles, se presenta tan interesante, porque muestra cómo se rompe la cáscara, y se exhibe esa verdad. Ahí hay otro problema del programa, adelantar muchos de los sucesos más interesantes en los avances. Está bien mostrar un poco, pero no demasiado.
En líneas generales, Historia de un clan fue un gran producto. Con altibajos, pero interesante. Mostró personajes muy complejos, con buenas actuaciones, y una estética muy cuidada acompañada por una musicalización acorde. En cierta forma fue una historia que brindó un tipo de análisis más profundo, con motivaciones y deseos justificados por una fuerte pulsión de muerte, como un Walter White de la idea de «patria, tradición y familia» en la Argentina de la post-dictadura (por hacer un paralelismo concreto), pero en el formato de una miniserie quizás quedó incompleto, muy difícil de abordar a muchos de sus personajes. Habrá que esperar para ver con que enfoque culmina la historia sobre el clan macabro…
Recuerden que si no siguieron el programa, pueden verlo a través de CDA (Contenidos Digitales Abiertos).
Por Germán Morales