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Domingos RETRO: Peggy Sue (1986) de Francis Ford Coppola

VOLVER AL PASADO

Principio y fin. Ya lo hemos dicho anteriormente por estos lados: mirar aquellos detalles que suceden durante las primeras escenas de una película y durante las últimas, nos permiten encontrar algunas de las claves de sentido que el director nos ha propuesto recorrer.

Sin más introducción, adentrémonos en Peggy Sue got married(1986). Primera y última escena, ambas con espejos. En la escena inicial atravesamos el espejo con la cámara –queda para otra vez el detalle del cómo está hecho, que por otra parte sirve como deleite del espectador- y gracias a la cámara nosotros como espectadores nos quedamos con Peggy Sue y su hija Beth adentro del espejo. Es decir del otro lado. Recordemos además que la imagen que inicia es la del Loco Charlie –marido de Peggy y padre de Beth- en un televisor haciendo el comercial de su casa de electrodomésticos. Con lo cual tenemos también allí un reflejo. Un otro.

Sólo al final, y gracias a la presencia física de Charlie y al recorrido que ha hecho Peggy Sue a lo largo de la película, logramos finalmente salir del espejo. Y si bien el procedimiento de puesta en escena es simétrico con el de la escena inicial, ahora el sentido es otro.

Peggy Sue necesita volver al pasado para poder entender y reconstruir su presente. Presente en el que se ha perdido aquello que nos une a lo sagrado. Charlie es el dueño de una exitosa cadena de electrodomésticos y tiene amoríos con otras mujeres. Ha dejado de ser esposo y padre. Peggy Sue enojada con Charlie y con ella misma dice al comienzo de la película: “Nos casamos muy jóvenes”.

Después y siempre desde adentro del espejo, vamos con Peggy a la fiesta de reencuentro de aquellos graduados del secundario en 1966. Fiesta que intenta devolvernos algún tipo de ritual que nos una con lo sagrado. Pero lo cierto es que ya en su momento estaba despojada de su sentido tribal. En otra fiesta (ya en el pasado) Charlie baila con Peggy Sue mientras le dice al oído “bailar era antes parte de un rito de apareamiento”. Claro está, la iniciación sexual es parte del pasaje de la infancia a la adultez. Hay algo en Peggy Sue que se ha quedado congelado en esa infancia. Aunque tarda en comprenderlo y necesita saldar ciertas cuentas, finalmente entiende que el pasado no se puede cambiar, pero que el futuro la espera.

Entonces el espejo abre y cierra todas esas otras posibles Peggy Sue, eso otro que ella podría haber sido. Recordemos aquí que el mitologema del doble es raigal en el cine. Es el eje mismo de la construcción cinematográfica. Los espectadores asistimos a la película experimentando en los personajes a los que miramos, posibilidades nuestras. Así es que el espejo, que nos devuelve una imagen, es una imagen propia, pero también es la de otras posibilidades de ser.

Peggy Sue y Beth en el espejo que inicia la película

Peggy Sue en el espejo inicial, sueña –¿que será el sueño si no otro espacio del doble?- con aquellas Peggys que podría haber sido y que no fue. En esa nostalgia decide vestirse para la fiesta de reencuentro, con el mismo vestido que llevó en esa primera fiesta. Entonces hay dos fiestas: la original –que se nos construye fuera de campo, con fotos y algún relato- y la copia, la del presente que ya no es, porque ninguno es aquello que era.

Y en la fiesta hay desfile de dobles. Empezando por madre e hija que se parecen tanto que unos viejos amigos les comentan “parecen de aquella publicidad de productos de belleza ¿cuál es la madre, cual es la hija?”. El novio de Beth es el músico que toca la guitarra en el grupo que musicaliza la fiesta. Los mismos simpáticos amigos nos dicen “a ambas les gustan los músicos” anticipándonos parte de lo que sigue. Charlie quiso ser cantante, pudo ser otro, pero finalmente es quién es. Y Peggy Sue no puede aceptarlo. Las fotos de esa otra fiesta –con Peggy y Charlie con sendas coronas como reyes de esa fiesta- también nos devuelven imágenes espejadas que nos abren un pasado que no ha sido olvidado.

Esas capas, coronas y cetros de aquella fiesta, son simétricos -se nos proyectan– con las que usan Peggy Sue y los viejos amigos del Abuelo en esa falsa ceremonia religiosa, en la que intentan devolver a Peggy a su tiempo. Vale la pena destacar que el vestido de Peggy Sue en la fiesta es plateado y al final, Charlie se la lleva de la falsa ceremonia religiosa, envuelta en una capa dorada. Plata y oro, para representar el cambio de humor en la protagonista. Si queda alguna duda, al comienzo en la fiesta, una de las amigas muestra orgullosa su Rolex: “como todos tienen uno de oro, lo mandé a hacer de platino”.

Entonces, si en Peggy Sue las fiestas y las ceremonias no nos acercan a lo sagrado, ¿Dónde podemos encontrarlo? Parecería que Coppola nos señala un camino, algo que ya venía diciéndolo anteriormente un una saga más que conocida. Tal vez, como en El Padrino(1972), en Peggy Sue lo sagrado es la familia. Y aquí pensamos que expone algo que en El Padrino está velado, se va contando por debajo. El Padrino es una película de hombres. Peggy Sue es de mujeres. La mamma Corleone tiene en El Padrino una escena fundamental: allí, en la mesa del almuerzo familiar, pone orden de espaldas a cámara. Es tan fuerte su presencia que no hace falta un primer plano para entenderlo. Sólo hace falta mirar.

Mamma Corleone en el casamiento de Connie. Aquí también «ordena» el rito.

En Peggy Sue en cambio hay cuatro mujeres: Abuela, Madre, Peggy y Beth. La protagonista entonces verá a las dos primeras y entenderá que son ellas las que ordenan, las que sostienen esos ritos que unen a la familia. Peggy le dice a su abuela que una vez que ella muera ya no verá a sus primos. Y el abuelo dice “el strudel de la abuela une a la familia”. Beth se llama la hija de Peggy Sue y Charlie. Beth se llama la abuela. La madre de Peggy es quien manda en casa, quien cocina, quien ordena. ¿Qué sería del padre de Peggy Sue sin esa mujer que sostiene esa estructura?

“Extraño a mis hijos” dice Peggy Sue a sus abuelos. Y también le dice a un compañero que le ofrece casamiento: “Peggy Sue got married” (Peggy Sue ya se casó), tal es el nombre original de la película. Finalmente, cuando Charlie le regala el relicario con forma de corazón en donde Peggy solía guardar la foto de sus pequeños hijos, entiende que sin Charlie ella no estará completa y que Charlie sin ella no podrá ser quién es. En el relicario hay dos pequeños niños, pero aquí no son Beth y Scott, si no Peggy y Charlie. Así tenemos el recorrido del corazón, en donde finalmente está la clave y por qué no, otra forma del doble.

Allí Peggy se entrega finalmente a los brazos de Charlie, y envueltos en la capa dorada consuman finalmente el matrimonio. Solo así Peggy puede volver al presente y salir del espejo. Volver a atravesarlo, para finalmente quedar de este lado. El pasado no se puede cambiar, pero el futuro está por verse. Y es así que Peggy invita a Charlie a cenar el domingo: “A tu casa, con tus hijos. Voy a hacer strudel”. Peggy Sue se ha iniciado, ha entendido. Ha pasado la prueba. Al reunir a la familia encuentra lo sagrado. Tal vez Coppola nos dice que la mujer tiene en sus manos el poder de religar aquello que hemos perdido.

Por Melina Cherro

Melina Cherro: Realizadora Cinematográfica Egresada de la ENERC y Lic. En enseñanza de las Artes Audiovisuales. Docente de la UBA (Diseño de Imagen y Sonido) docente en la Primera Escuela Infantil y Juvenil Taller de Cine El Mate. Estudia cine conÁngel Faretta. Colaboradora de la sección Retro en Proyector Fantasma
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