Entre las películas de policías disfuncionales, siempre en el fondo hay un deje de bondad para enmascarar su mala acción (y para no ser capturado), el caso de Bad Lieutenant (Teniente corrupto) de Abel Ferrara aborda la problemática de un detective que se encuentra completamente fuera del eje. Tan fuera del eje que podría ser un personaje cómico si se encara el relato de esa manera, sin embargo, esta obra se encuentra muy lejos de ser considerada mínimamente como comedia, Bad Lieutenant hace muy literal el nombre del film. Estamos hablando de un personaje interpretado de manera grandiosa por el actor Harvey Keitel, cuyo nombre no se da a conocer en ningún momento, y hace todo, pero absolutamente todo lo que un detective no debería hacer: apuestas ilegales, venta y consumo excesivo de drogas y alcohol, relaciones cómplices con la prostitución, extorsión, abuso de autoridad, faltó el racismo y era Torrente.
A medida que transcurre el film, la decadencia del teniente se va profundizando, aunque digamos que no empezó de manera ideal. Una apuesta casi imposible de perder lo tiene en vilo y los resultados no lo favorecen, mientras vemos su lamentable accionar en los diversos casos en los que se entromete, allí nos regala varias escenas memorables y fuertes, como la orgía en la que se involucra al principio del film o la extorsión sexual a 2 adolescentes que salen a bailar sin permiso de sus padres con una masturbación delante de ellas, sirven para exacerbar su figura de policía despreciable.
Bad Lieutenant más allá de retratar a un detective penoso, tiene varios elementos que la hacen una película muy interesante. Los planos en muchas oportunidades con cámara en mano y su fotografía bien oscura, underground y callejera de esa Nueva York de los ochentas, saben retratar la soledad, los problemas de adicción y el desinterés de este policía por la vida propia y ajena en general. Un buen relato que contrasta con esa corrupción y autoridad policial que se suele ver como poderosa u omnipotente, aquí el teniente es un pobre alma en pena cuyo destino lo chocará de frente con su antítesis.
El caso de una monja brutalmente violada por 2 jóvenes dentro de la propia iglesia conmueve al teniente, y se empieza a inmiscuir en él sin que se lo hayan asignado. La monja (Frankie Thorn) conoce personalmente a aquellos que abusaron de ella, sin embargo, toma la decisión de no denunciarlos, ni acusarlos, se guarda el rencor y decide perdonar como hace Jesucristo. Cuestionable o no, es su modo de pensar, pero el teniente no lo comprende, está lejos de esa forma de ser y pensar, por eso decide aplicar la justicia con sus propias manos, sin que nadie se lo pida.
Más allá de haber contado buena parte de la trama es necesario para entender el punto y el simbolismo. En ese universo, la justicia existe, hay hombres de bien dentro de la fuerza que actúan paralelamente al teniente protagonista, pero este film decide confrontar el bien y el mal como dos fuerzas que actúan en paralelo. Se encuentran de alguna forma, como antagonistas o por las casualidades de la vida, como fue el caso de la monja para el detective. El teniente le llega este mensaje de la monja, luego de tanto desastre que hizo y se siente arrepentido, por eso, maneja la situación con su forma de hacer justicia y no de la forma que trabaja su fuerza. Aun haciendo el bien, el detective decide hacer su propio camino, recurriendo a prácticas por fuera de la convencionalidad estatal en todos los aspectos, tampoco vamos a contar tanto del desarrollo de los acontecimientos.
El universo de esa Nueva York oscura es pintoresco hoy, pero fue una cruda realidad de ese momento. Y a pesar de no ser muy adepto de este tipo de estructuras tan exageradamente maniqueas, aquí el bien es un detalle muy escondido que sirve para contrastar con el protagonista. Todo es oscuridad, y el final del teniente, si bien no es sorprendente, también se suele esperar en este tipo de películas un cambio, un arrepentimiento que desvíe el destino del policía, que no solamente no ocurre, sino que rompe un poco con ese esquema donde las buenas acciones siempre tienen un resultado positivo. El perdón de la monja (o de dios) no le alcanzó al detective, porque nunca cambió, a pesar de su charla con Jesucristo (gran escena).
Todo esto la convierte en una película difícil de apreciar o de seguir. La violencia de las escenas, la lentitud de los acontecimientos también contribuyen a esa rutina de policía sin acción, o de búsqueda de delincuentes que termina apresando al primer “pela gatos” que ve. Pero en definitiva se trata de un buen trabajo de un director que divide las aguas como varios, pero particularmente está a la sombra de otros que construyeron una carrera temáticamente similar, como Scorsese por ejemplo.
Por Germán Morales