Es conocida la historia de hace algunos años atrás que cuentan los ejecutivos de HBO con respecto a sus últimos aciertos en cuanto a series. Siguiendo aquella máxima de Einstein, que para obtener resultados distintos, uno debe hacer algo distinto, empezaron a aprobar series que usualmente no aprobarían y que generalmente tendrían características que no abundaban en el negocio del entretenimiento casero.
Probablemente las temáticas no fueran novedosas, sino deberan serlo las historias y las motivaciones. De esta manera dieron con series que terminaron siendo alabadas por la crítica y el público: Boardwalk Empire, The Sopranos, Six Feet Under, True Blood, y la rompe-records Game of Thrones, entre otros.
Y en esta seguidilla de éxitos entra True Detective. Allá por comienzos del 2014, la serie creada por Nic Pizzolatto, había dejado casi dos meses furiosos de 8 capítulos que traían reminiscencias inmediatas a Pecados Capitales (David Fincher, 1995) y Fargo (1996). Aquella primera temporada, protagonizada por los detectives Marty Hart (Woody Harrelson) y Rust Cohle (Matthew McConaughey), nos ataba a la silla mientras los agentes trataban de resolver el asesinato, con tintes místicos, de una joven en la zona rural de Louisiana.
Las múltiples odas que recibió la obra de Pizzolatto recaían sobre esa bien construida dialéctica misántropa post modernista que escupía Cohle cada vez que hablaba, los ambientes lúgubres escondidos tras la paleta de colores tan oscuros que decidió darle el director de la serie, por entonces, Cary Fukunaga, y el excelente montaje que representaba aquel salto del año 1995 (momento de la investigación) al 2012 (momento en que Hart y Cohle eran interrogados por aquella investigación).
Ya estamos a más de una semana del season finale de la segunda temporada, la cual abrió aquel 21 de junio con Libro Occidental de los Muertos (Western Book of the Dead). Con los protagónicos de Colin Farrell (como el policía corrupto Ray Velcoro), Rachel McAdams (detective Ani Bezzerides), Vince Vaughn (en la piel del gangster Frank Semyon) y Taylor Kitsch (haciendo del oficial Paul Woodrugh), estos 8 capítulos rondaron acerca del asesinato de Ben Caspere y todas las implicancias políticas que esto tuvo.
Internet, o mejor dicho aquellos que opinan a través de Internet gracias a ese anonimato inimputable, tan tentador, no se hizo esperar y todas las críticas posibles cayeron sobre Pizzolatto y todos los errores en sus decisiones.
Si bien este año pudo haber empezado a dar un vuelco sorpresivo con el tiroteo a Velcoro y los últimos capítulos amenazaba con un envión ascendente, esta temporada nunca alcanzó la vara puesta por la primera.
Claramente la idea de Pizzolatto (asumiendo que fue aplicada con una fidelidad absoluta) era crear un policial basado en el género negro (noir) con personajes que atraviesan distintos conflictos. En la primera temporada, el tema pasaba por el sufrimiento provocado por los demonios internos (Rust Cohle) y las inconveniencias ocasionadas a los terceros cercanos (Marty Hart).
Si bien la trama principal circulaba por la resolución del asesinato, estas subtramas definían a los personajes y los construían a partir de situaciones verosímiles, en las que algún punto, el espectador se podría ocasionalmente identificar o, al menos, sentir empatía. Después de todo, sabemos que el mundo es una mierda pero también sabemos que esa misantropía es un lugar imposible en el cual vivir. Los monólogos de Cohle sobre la miseria humana y por qué nadie merece vivir (incluso él mismo), solo eran válidos a partir de los cuestionamientos y las caras de que-loco-qué-está de Hart.
En la segunda temporada, todo cambió al punto que literalmente todo “es una mierda” (con la subtrama de los desechos tóxicos como metáfora). Por decisiones propias o ajenas, la vida de los cuatro protagonistas fueron un sufrimiento eterno. No hay personaje que no haya estado afectado en algún punto. Es más, Pizzolatto eligió disparar el conflicto a partir de lo asquerosas que eran las personas de Vinci y la repugnante ciudad en la que vivían. En una escena en los primeros capítulos, se mostró la investigación que llevó a Bezzerides y Velcoro a una planta de desechos tóxicos abandonada. Allí había unos niños jugando al futbol y Velcoro, en un rapto de humanidad, les gritó que salgan de ahí. Estos no tuvieron mejor idea que gritarle que se vaya a la mierda mientras levantaban el dedo medio. Velcoro se quedo callado. Ni los inocentes se salvaron de la mirada de Pizzolatto.
Uno de los motivos que ocasionaron el éxito de la primera temporada descansaba en el hecho ser compacta, justa y acotada desde su formato clásico. Una pareja de detectives con personalidades complementarias, un asesinato llamativo, y subtramas cuya textura nos ayudaba a comprender porque Hart y Cohle eran como eran.
La segunda temporada apeló al conflicto de corrupción que rozaba las más altas esferas de la política local, una suerte de mezcla entre una sucia y despreciable House of Cards con La Ley & El Orden: UVE. La segunda temporada incurrió en exageraciones masivas, desde la construcción de personajes hasta la historia en sí. Algunas se perfilaban salvables en presencia de una mejor pericia narrativa, pero ¿era necesario mostrar a Velcoro mandando al hospital al padre del chico que le hacia bullying al suyo solo para demostrar que no sólo está mal de la cabeza y es corrupto sino que daría todo por su hijo?
Eso no fue lo peor de todo, la red compleja de alianzas y traiciones en todos los niveles fue inentendible, no por ser un teorema matemático, sino por montarlo mal y haber enfatizado en datos irrelevantes.
Haber elegido a Woody Harrelson y Matthew McConaughey para la primera temporada fue una apuesta, en su momento. Más allá de haber sido alabado por su protagónico en El Club de los Desahuciados (Dallas Buyers Club, 2013) y su pequeña incursión en El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013), McConaughey tenía un historial de películas románticas y comedias livianas, o la combinación de ambas, algo no esperado para interpretar a un sufrido como Cohle. El caso de Woody Harrelson fue menos traumático, si bien nunca fue un histórico en el terreno del drama policial, su elección no fue mirada de reojo.
Sin embargo, en la segunda temporada, una vez más, todo fue distinto, veamos los casos:
Por lo acotada y justa que fue la primera temporada, haciendo de esto la característica que permitió el vuelo creativo en los demás aspectos, la segunda destacó por los excesos y la exageración. Si la estructura clásica establece protagonistas y antagonistas, tramas y subtramas, multipliquen esto por cuatro y tendrán un exceso hecho serie. Probablemente, hubiera sido correcto respetar la estructura de la pareja complementaria (¿Colin Farrell y Rachel McAdams?) o bien disminuir el desarrollo dramático.
Si bien no fueron muchos, hubo uno solo que resultó significativo en comparación con la primera temporada: la ida de Cary Fukunaga. Rumores (de pelea entre Fukunaga y Pizzolatto) aparte, lo cierto es que el director californiano aportaba una mirada fundamental cuando se trataba de congeniar esos diálogos filosos con el campo de fondo, y sobre todo la relación de éstos con la paleta de colores. Logró llevar a la pantalla chica de manera impecable el tono del guión y salir más que airoso de un montaje que, por sus flashbacks, interiores y exteriores, se perfilaba complicado desde lo narrativo.
La segunda temporada tuvo directores eclécticos y diferentes entre sí, como Justin Lin, Janus Metz Pedersen, Jeremy Podeswa, John Crowley, Miguel Sapochnik, Daniel Attias, y probablemente en la falta de continuidad de una sola mirada recae otra de las causas de su fracaso. Solo Lin (director de algunas de la saga Rápido y Furioso) y Crowley repitieron en el sillón de director. Es incomprobable que esta historia hubiera sido mejor al mando de Fukunaga, pero más allá de apreciaciones más que atendibles, es correcto decir que, en términos formales, la primera temporada se tornó insuperable (para la segunda).
La segunda temporada se fue construyendo en un camino de errores propios y ajenos. Desde la creación a la ejecución. Perdió en sutilezas y sensibilidades, y en miradas e interpretaciones. Después de todo, lo que había hecho inolvidable a la primera temporada de True Detective era la convivencia de esa misantropía de Cohle con la evasión de Hart.
Lo peor de todo es que en ambas actitudes reside también el creer que el mundo es una mierda. Y allí radica la única conexión con la segunda temporada: tenemos el mundo que nos merecemos.
por Pablo S. Pons
Estudiar cine en Madrid ofrece una experiencia única para quienes sueñan con formar parte de…
FICHA TÉCNICA: Origen: Argentina/2023. Dirección: Anahí Berneri. Elenco: Mercedes Morán, Érica Rivas, Mey Scápola, Miranda…
Lumiton junto a Fundación Cinemateca Argentina, en colaboración con The Japan Foundation y el Centro Cultural…
FICHA TÉCNICA: Elenco: Ezequiel Rodríguez, Demián Salomón, Silvina Sabater, Virginia Garófalo, Luis Ziembrowski, Emilio Vodanovich, Marcelo…
Llega una nueva edición del festival de cine fantástico más longevo de Latinoamérica: el Buenos Aires…
Lumiton presenta el clásico de cine mudo y pieza fundamental de la historia del cine: Nosferatu, de…
This website uses cookies.
Mirá los comentarios
Buen artículo. A mi en general me gustó, lejos de la temporada1 pero la verdad es que la vara era muy alta. Coincido en que la trama se volvió por momentos poco entendible ( algunos capítulos los vi mas de una vez), demasiados personajes secundarios e historias irrelevantes que hacían que se pierda el hilo pricipal. No era una historia para 8 capítulos. De los personajes priincipales, también me pareció que Colin Farrell fue el mejor, Vince Vaughn me sorprendió para bien, no descolló pero no le tenía nada de fé. Rachel McAdams me pareció que hizo un personaje sobreactuado y junto a Taylor Kitsch ( de lo peor por lejos) fueron personajes innecesarios y que hicieron a la serie mas compleja con historias de vida nada interesantes, principalmente Kitsch. Le pongo 3/5 , sin compararla con la primer temporada. Saludos