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Crítica: Masterchef, el primer reality culinario de Argentina

En Argentina, el reality show es un género que funciona. Tal vez sea porque somos una sociedad curiosa y morbosa. O simplemente porque no tenemos nada mejor que hacer que mirar a los demás y juzgarlos con nuestra vara. Desde Expedición Robinson, la primera experiencia local que vimos en pantalla, la televisión argentina se fue poblando de este tipo de programas. Algunos fueron muy exitosos y lograron romper records de audiencia (la final de Gran Hermano de 2007 tuvo un pico de 54.6 puntos, el más alto de la historia). Otros pasaron sin pena ni gloria. E incluso hay algunos logran hacernos olvidar que son un reality, como es el caso de Cuestión de peso (esa suerte de reality encubierto de programa para la salud y el bienestar). A este sin fin de programas del género que habitan la televisión por aire de nuestro país, se suma Masterchef. Lejos de retratar la vida de sus participantes 24 horas al día, Masterchef es una competencia en la que, a través de diferentes desafíos culinarios, se busca encontrar al mejor cocinero amateur del país. El ganador recibirá un premio de $250.000, una beca por un año en la escuela de cocina de Mausi Sebess y se editará un libro de cocina con sus recetas.

El pasado domingo, Telefé emitió el primer programa de Masterchef en Argentina. Esta versión, al igual que casi todas las otras producciones en el mundo, cuenta con un conductor (en este caso, Mariano Peluffo) y tres expertos chefs encargados de juzgar a los participantes: Donato de Santis, Germán Martitegui y Christophe Krywonis. De un total de 5500 postulantes, unos 300 preseleccionados por la producción se dieron cita en el Hipódromo de Palermo para ser nuevamente juzgados. Luego de esta primera prueba televisada, 50 afortunados pudieron tener una entrevista y presentación de sus conocimientos gastronómicos ante los tres jueces. De esta etapa resultarán dieciséis afortunados concursantes que se competirán por el gran premio.

El reality de los cocineros amateurs fue creado por el cineasta, productor y publicista Franc Roddam y su primera versión salió al aire en la televisión inglesa en 1990. El show permaneció en pantalla durante 11 años hasta que la cadena BBC One lo canceló. En 2005 la productora Shine Group logró que la cadena BBC Two volviera a darle vida a este reality e hizo de este una franquicia que se expandió por todo el mundo. Hay más de 40 versiones en el mundo, las cuales son  emitidas en 145 países diferentes. Además, Masterchef cuenta con varios spin-off: Masterchef Jr, Masterchef: The Professionals y Celebrity Masterchef, entre otros. En nuestro país, el programa se popularizó gracias a la cadena Glitz que emite la versión norteamericana con los reconocidos chef Gordon Ramsay, Joe Bastianich y Graham Elliot.

En comparación, la versión nacional y la norteamericana presentan muchísimas similitudes. Y es allí en donde radica el mayor problema de Masterchef nacional. La producción local busca retratar lo más fielmente posible el espíritu del programa al punto que este pierde naturalidad y espontaneidad. Las reacciones y personalidades de los jurados y los contextos en los que pasan determinadas cosas parecen ser una copia fiel de lo que sucedió en las versiones anteriores del reality norteamericano. Incluso en el primer programa se pudo ver una situación en la que los jueces se arrepintieron de no haber aprobado a uno de los participantes y Donato De Santis tuvo que salir de la sala en donde se realizan las entrevistas personales para entregarle el delantal blanco a dicho concursante, algo que sucedió exactamente de la misma manera en la tercera temporada en Estados Unidos. Hasta el perfil de los jurados es el mismo: Donato, a quien conocemos por los programas sobre cocina que ha realizado en nuestro país, se ha convertido en un personaje frio e intolerante. Este cambio de personalidad se debe a que su rol en la competencia es el mismo que cumple el chef Gordon Ramsay en la versión norteamericana. Christophe Krywonis es el juez con acento extranjero (es francés) y alma despiadada que no teme hacer sentir mal a ningún participante, tal como lo hace el italiano Joe Bastianich en Estados Unidos. Y Germán Martitegui, uno de los chef más importantes del circuito gastronómico latinoamericano, es la versión local de Graham Elliot: es el más agradable y respetuoso de los tres jurados.

El debut de Masterchef tuvo un buen rating (10,4 puntos), fue el tercer programa más visto del día y logró ser tendencia en Twitter con el hashtag #Masterchef. Con el regreso de Lanata y la nueva temporada de Periodismo para todos,  el reality que conduce Peluffo se enfrentará a uno de los programas más vistos del fin de semana. Masterchef tiene la tarea de conquistar a la audiencia y consolidarse como lo ha hecho en las otras versiones alrededor del mundo como uno de los programas más vistos. El futuro del programa depende del paladar de quienes tienen el control remoto en mano.

Sabrina Maite: Técnica superior en Periodismo (TEA). Colaboradora de la sección SERIES de Proyector Fantasma.
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