Título Original: Self/Less; Origen: Estados Unidos; Dirección: Tarsem Singh; Guión: David Pastor, Álex Pastor; Protagonistas: Ryan Reynolds, Matthew Goode, Ben Kingsley, Natalie Martinez; Producción: Ram Bergman, Peter Schlessel, James D. Stern; Fotografía: Brendan Galvin; Música: Dudu Aram, Antonio Pinto; Distribuidora: Diamond Films Año: 2015; Duración: 117 minutos; Estreno en Buenos Aires: 17 de septiembre de 2015
En Busca de la inmortalidad
Inmortal (Self/Less, 2015) es una película que no pasará con demasiada pena o gloria por la cartelera local. El quinto film del indio Tarsem Singh (“The cell” -2000-; “The Fall”-2006-; “Immortals” -2011-; “Mirror, Mirror”-2012) “presenta un thriller de ciencia ficción en el que subyace una reflexión moralista bastante gastada sobre los dilemas éticos que plantea el progreso científico cuando éste socava derechos biológicos inalienables de las subjetividades humanas. Cuestiones existenciales que no encuentran desarrollo ni profundidad en una trama muy chata y ultra predecible.
La historia gira en torno a Damian Hale (Ben Kingsley), un multimillonario entrado en años que padece un cáncer terminal y decide participar en un proyecto científico en el que le traspasarán su conciencia a un cuerpo más joven. Ante la posibilidad de tener una segunda vida y poder disfrutar –una vez más- de las mieles de la juventud, Damian se somete al procedimiento, aún sabiendo que perderá su identidad y nunca más podrá conectarse con los afectos de su vida anterior.
Fiesta, mujeres y desenfreno es lo que guía la nueva vida de Damian (ahora Ryan Reynolds). Sin embargo, luego de experimentar extrañas alucinaciones, descubre que su nuevo cuerpo no es una fabricación de laboratorio, sino que había sido donado por un joven necesitado, a cambio que le financiaran un tratamiento especial para su hija moribunda. Consternado y lleno de culpa por la usurpación del cuerpo ajeno, Damian rastrea a la familia de esta persona y emprende una cruzada de redención, en la cual intentará terminar con la inescrupulosa compañía que, en pos del progreso científico y la abundancia económica, es capaz de cualquier cosa…
Si bien el film parte de una premisa interesante, las ilusiones de un buen espectáculo pronto se diluyen en manos de una narración forzada que parece estar más preocupada por avanzar cronológicamente en el relato, que en divertir o movilizar al espectador con lo que acontece en la pantalla. La historia se desarrolla sin demasiado entusiasmo y con algunos giros bastante inverosímiles, incluso para una peli de ciencia ficción (la parte en la que Reynolds encuentra el molino de agua en “Google imágenes” es tremenda).
Con respecto a las actuaciones, Ben Kingsley y Ryan Reynolds realizan trabajos correctos. Sin embargo, nos queda la sensación de que no hacía falta convocar a actores de tamaña jerarquía (en especial en el caso de Kingsley) para papeles tan chatos. Otro tanto sucede con Matthew Goode (Código Enigma; Match Point), un excelente actor que en este caso interpreta a un científico inescrupuloso tan simple como insulso. Su motivación, a fin de cuentas, termina siendo algo tan básico como el enriquecimiento personal y “el avance de la ciencia a cualquier costo”, frase enunciada explícitamente sin ningún tipo de desarrollo ulterior.
Es una lástima, porque en la actualidad, los debates científicos y filosóficos en torno de la intervención técnica sobre el cuerpo y las subjetividades humanas son súper amplios y profundos. En ese sentido, la historia daba para mucho más, pero se conformó con poco.
Cabe la aclaración, el film no es decididamente malo. Parte de una buena idea y como entretenimiento pasatista puede llegar a funcionar. El problema, en definitiva, es que la película pareciera haber sido armada en una fábrica de autopartes, en la cual –de manera automática- decidieron meter: tiros, persecuciones, una premisa científica estereotipada, una historia de amor estándar y actores conocidos para llenar un espacio en el afiche. En este sentido, estamos ante una clara película de fórmula, con situaciones rígidas y funciones pre-asignadas. Una obra sin alma que, en tal carácter, pasará al olvido en un par de semanas.
Por Juan Ventura