Ficha técnica de la película: Título original: Uncut Gems. Guión: Ronald Bronstein, Josh Safdie y Benny Safdie. Elenco: Adam Sandler, Kevin Garnett, Julia Fox, Lakeith Stanfield, Idina Menzel, Eric Bogosian. Fotografía: Darius Khondji. Montaje: Ronald Bronstein y Benny Safdie. Música: Daniel Lopatin. País: Estados Unidos. Distribuidora: A24 / Netflix. Duración: 135 minutos. Estreno en Argentina: 31/01/2020.
El karma en colores
Existe una especie de poder cósmico contenido en los diamantes. Pueden que sean sus colores hipnóticos, o la construcción social de una imagen de ostentación y riqueza, o la metáfora de un universo que pueda unir a la sangrienta minería de piedras preciosas en África con el distrito joyero en Nueva York.
Uncut Gems, lo nuevo de los hermanos Josh y Benny Safdie, retoma gran parte de su característica narrativa electrizante, con una impronta asfixiante y la representación de una periferia marginal y hostil de la Nueva York que no sale en ningún folleto turístico. Si bien en Good Time (2017) los Safdie ya encaraban el relato desde la perspectiva de un personaje alienado; un ladrón de poca monta y su hermano discapacitado (con un excelente Robert Pattinson fuera de registro y el mismo Benny Safdie en doble rol de actor y director) para mostrar la otra cara de una ciudad que nunca duerme, es recién ahora que su fórmula parece haberse refinado en este juego de contrastes y situaciones límites.
Como si fuera la versión primermundista del barrio de Once, ya desde un principio se ve como el mercado neoyorquino de los diamantes irradia caos y corrupción, siendo lo más cercano a una selva de edificios lujosos y negocios turbios. Es allí donde se nos presenta a Howard Ratner (Adam Sandler), un cuarentón judío adicto a las apuestas deportivas y dueño de una joyería confinada entre cámaras de seguridad y sin el glamour propio de un local elegante con salida a la calle. Entre vidrios blindados y raperos comprando cadenas de oro, a simple vista son más los relojes de dudosa procedencia que las gemas con valor real.
Howard vive al límite con el dinero, valiéndose del simple procedimiento de apilar muchos préstamos con los cuales volver a apostar y empeñar objetos de valor a cambio de más préstamos. Esta fórmula suicida pone en jaque a la relación con su esposa (Idina Manzel) – con divorcio a concretar a corto plazo –, su amante/empleada Julia (Julia Fox) – la única que capaz de soportarlo –, y su socio Demany (LaKeith Stanfield) – su contacto con el mundo de las celebridades –, pero con el agregado de deberle a la persona equivocada: Su cuñado Arno (Eric Bogosian), el cual no duda en visitarlo frecuentemente con sus guardaespaldas para convencerlo por la fuerza de que pague sus deudas.
Es evidente que la compulsión del protagonista no pasa necesariamente por el dinero en sí, sino por la adrenalina de generarlo y dilapidarlo, por el placer del riesgo (como en casi cualquier adicción). Sin embargo, Howard está seguro de que todos sus problemas tienen fecha de vencimiento el día que le llega por correo desde Etiopía un ópalo negro de contrabando, una de las joyas más raras y hermosas del mundo, y según él, valuada en varios millones de dólares. Claro que una piedra así genera fascinación en quien la vea, y es particularmente el basquetbolista Kevin Garnett (interpretándose a sí mismo un par de años más jóven) el que queda obsesionado con poseer esta roca y conservarla como un amuleto para su carrera en la NBA.
Es así que en una decisión apresurada (para variar), Howard decide prestarle la joya a KG para que le dé suerte en el partido de esa noche, y de paso apostar aún más dinero sabiendo que su jugador estrella viene motivado. No obstante, parece que Garnett no está muy dispuesto a devolverle la joya, y para peor, la situación con los prestamistas va de mal de en peor.
Es inevitable no sentirse exasperado al ver la odisea autodestructiva de Howard cada vez que toma alguna decisión que lo condena al desastre. Con esto Sandler logra una de las mejores interpretaciones de su carrera, transmitiendo una sensación de nerviosismo y empatía que pesa por sobre todos los rasgos despreciables de este personaje. Una interpretación que despierta el debate sobre su verdadera versatilidad como actor, que si se tiene en cuenta su discutible carrera en comedia, definitivamente puede estar a la altura (o quizás por encima) de lo que demostró en dramas como Punch-Drunk Love (2002) de Paul Thomas Anderson, o The Meyerowitz Stories (2017) de Noah Baumbach. Sandler es la piedra angular del film por el cual toda la acción fluye, y es junto con el excelente guión el encargado de manejar un fino equilibrio entre odio y pena para que, a fin de cuentas, terminemos deseando que todos sus problemas se solucionen.
Por otro lado, como es habitual en los Safdies, la misma narrativa frenética es la encargada de hacer que toda la experiencia resulte aún más estresante. Siempre situándonos desde la perspectiva de Howard, la cámara lo persigue en sus angustiosas corridas por las calles de Nueva York en un estado de alerta continuo, que se complementa a la perfección con la banda de sonido experimental de Daniel Lopatin (Oneohtrix Point Never). Esto se suma a los primerísimos planos en espacios cerrados y los diálogos solapados de diez personajes hablando al mismo tiempo para generar una sensación de descontrol extenuante, a la par del círculo vicioso que repite una y otra vez el protagonista.
De todas formas, Uncut Gems va más allá de la moralina de representar llanamente las consecuencias de la ludopatía, sino que alude a un plano más profundo con tal de reflexionar sobre el verdadero valor del dinero y el sueño americano. Atrás quedaron los tiempos de los anillos de compromiso, esta actualidad tiene a las joyas como ostentación de lujo y fortunas que brillan en la oscuridad de un boliche. Son tan solo espejitos de colores, al igual que para Howard el dinero solo sirve para generar más dinero.
Volviendo al paralelismo del comienzo, sea en África o en Nueva York, Josh y Bennie Safdie plantean un equilibrio universal donde un microsegundo puede cambiar el destino de cualquiera, sea a partir de la explosión de una mina en Etiopía o de un tiro libre mal ejecutado en un partido de la NBA. A veces la diferencia entre la vida y la muerte radica en la decisión más trivial, y eso es lo más perturbador de todo.