Reflexiones a propósito del reciente estreno de Birdman (2014) de Alejandro González Iñárritu
El plano secuencia es un recurso de puesta en escena que sirve para construir un sentido dentro de un universo, una historia y sus personajes. Siempre que se elige un recurso de puesta en escena se está construyendo algo. Hay algo que se está contando, una primera historia -la lineal, la que se entiende en primer término, sea chico conoce chica u otra, la que sea- y una segunda historia, que puede a su vez contener muchas variantes y que en las buenas películas arma el recorrido, el volver a contar un mitologema. Un relato fundacional que se ha perdido y que gracias al cine recuperamos, porque lo necesitamos.
Ángel Faretta da variados ejemplos de esto, pero siempre dice que aquello que va construyendo un sentido simbólico primero tiene que ser algo del orden del universo del relato. Es decir, primero un árbol es un árbol, después puede ser todo lo demás.
Para que todo esto? Cuando se usa un plano secuencia, es porque hay algo que se quiere construir con eso. En general el plano secuencia remite, si está bien utilizado, a la prueba del laberinto. En muchas y grande y geniales películas el laberinto es parte de algo que tiene que atravesar el personaje para llegar a otra cosa. El laberinto primero tiene que ser espacial, tiene que haber un recorrido, pasillos, escaleras, etc. Luego se construye como simbólico, en función de aquello que ese recorrido represente para el personaje, para la primera historia y luego, a continuación para la segunda historia, esa que vamos descubriendo y que está cifrada. Que nos da la libertad de recorrerla, pero que no nos obliga a entenderla para entender y disfrutar de la película. El recorrido se hace igual.
En Birdman todo es al revés. El plano secuencia quiere ser simbólico desde el principio. Y entonces la toma larga que no se termina, nos sumerge equivocadamente en un espacio laberíntico, que si por supuesto, entendemos que es un teatro, pero desde el principio está queriendo decirnos: atención que esto es algo más. Es el laberinto mental del personaje, es el laberinto del mundo del teatro, etc. Tan en primer término pretende ser simbólico que termina siendo alegórico. Nunca estamos primero en el teatro, porque desde el inicio Iñarritu quiere que todo tenga otro sentido. Cuando se va directo a la segunda historia, los espectadores no hacemos el recorrido. Lleno de escenas inconexas, que no tienen continuidad dramática, de objetos que no se desarrollan y que están ahí, todo se transforma en algo que deberíamos entender y que no logramos ubicar. Finalmente se «entiende» gracias a los largos y explicativos diálogos que aclaran lo que no deberían.
Y si, al final vuela.
Después de todo, es mi responsabilidad. Babel (2006) me había parecido larga, aburrida y alegórica. Iñárritu nunca más.
Junto con Boyhood es favorita para el Oscar a mejor película. Ambas, formas de lo mismo. Sin duda, Relatos Salvajes, es lo mejor que hay en esta entrega de los Oscar.
Por Melina Cherro.
Aquí pueden leer otro análisis del uso de planos secuencia, pero en este caso en una serie de tv: True Detective (HBO).