Un bosque, un extraño que viene a investigar, un crimen con el recordado concepto “pueblo chico-infierno grande”. Cualquier policial que veamos con estas características nos remite inevitablemente a Twin Peaks. Pero no todos los policiales son Twin Peaks y no todos los bosques están en la costa oeste de los Estados Unidos. En este caso, la serie francesa de Netflix, El Bosque –La forêt– (2018)” se ubica en la zona de las Ardennes, y empieza con la desaparición de una chica y muchos personajes que actúan sospechosamente.
Si bien muchos de sus argumentos son típicos y usuales, lo inicialmente atractivo de la serie francesa de Netflix es que insinúa muchos caminos posibles, incluso la policía principal del pueblo Virginie Musso (Suzanne Clément), al principio parece encubrir o proteger a determinados personajes por su afinidad, y muchas veces se ve desorientada por los hechos que ocurren.
Cuando todo el caso se torna personal para Virginie, se ven los momentos más interesantes; ella debe mantener la profesionalidad pero al mismo tiempo sufre, porque parte de su familia se ve directamente involucrada en todos los hechos. Ahí el papel de Gaspard Decker (Samuel Labarthe) es clave, tanto como cable a tierra de Virginie, como también al mostrar más empuje para investigar en los lugares a los que la policía local no quiere llegar.
La serie presenta muy bien el conflicto y atrapa el interés inicial del espectador. También logra encajar un par de cliffhangers fuertes que redondean seis capítulos que pescan al espectador. En el exceso de series con el que convivimos, que haya una serie corta y no aburra es cuestión para agradecer hoy por hoy.
El gran problema de El Bosque es que abre muchas posibilidades y espacios, infiere cuestiones sobrenaturales que nunca suceden, da lugar a vínculos que nunca se profundizan -como el de la profesora Eve Mendel (Alexia Barlier) y el policía Decker-. Por otro lado, al momento de cerrar la serie y por el apuro de explicar, recurre al abuso de la solución por milagro o por azar, recayendo en la gran intuición del policía Decker para adivinar el curso de los hechos.
Además de los baches en la resolución, hay cuestiones lógicas como situaciones de CSI ultra sofisticadas para un pueblo que parece aislado de todo, y también la intrincada red de relaciones que termina recayendo en un solo culpable que parece más un lobo solitario que una cuestión de hipocresía social. La serie se anima a juzgar un tema tan fuerte como el del pacto de prostitución adolescente (y abuso de menores) para terminar en un culpable aislado.
Hay ciertas acciones que nos provocan dudas por el actuar de determinados personajes, sobre todo en lo relativo a la motivación principal del asesino ya que no termina de quedar claro si es pedófilo o asesino serial, y por qué eligió vivir de esa manera durante tanto tiempo.
La serie en resumen fue un desencadenamiento de hechos que se fueron desconectando entre sí, cada vez más. En el camino quedaron victimas y heridos que quedaron olvidados por los argumentos a nivel emocional, como una guerra en la que hay millones de muertos pero sus historias se acumulan y se olvidan por la magnitud.
Por Germán Morales