Ficha técnica de la película: Director: Néstor Sánchez Sotelo. Elenco: Muriel Santa Ana, Peto Menahem, Sebastián Wainraich, Karina K, Héctor Díaz, Fabián Forte, Verónica Intile, Pedro Di Salvia, Facundo Cardosi, Hernán Jiménez Dirección de fotografía: Diego Robaldo. Montaje: Guillermo Gatti. Música: Pablo Sala Producción: Néstor Sánchez Sotelo y Daniela Schiaffino País: Argentina Duración: 105 minutos Distribuidora: Aura Films. Fecha de estreno: 12 de Mayo de 2016
Amor sin riesgos
Indudablemente la comedia romántica es un género en sí mismo con sus ya clásicos lugares comunes a cuestas. Todos sabemos que los opuestos se atraen, una afirmación que acaso se podría trasladar al mundo real, pero que dentro de la ficción decidimos tomar como cierta para seguirle el juego, a pesar de que nos conozcamos de memoria el categórico “y vivieron felices para siempre” de la gran mayoría de films con desencuentros amorosos. Por eso, no es necesario indagar demasiado para darse cuenta que el fuerte de una historia de amor no se encuentra en el suspenso, sino en la forma en que sus personajes se dirigen hacia su final feliz.
En este caso, “Caída del cielo” no tiene reparos en seguir este ya tan remanido esquema de amores predestinados y personajes adorablemente torpes al servicio del humor. Es más, la nueva película de Néstor Sánchez Sotelo (“Testigos Ocultos”, “Los Nadies”) reproduce sin culpa cada uno de los conocidos recursos del género porque apunta principalmente a hacerse valer por la química de los dos actores principales, que si bien existe y funciona muy bien, no alcanza para distinguirse como una propuesta llamativa dentro de la ola de estrenos argentinos.
La historia se plantea sencilla y sin muchas vueltas: Alejandro (Peto Menahem) es un solitario sonidista atrapado en una cotidiana melancolía. Le gusta tocar la batería para descargarse de su trabajo como asistente de sonido en una obra de teatro, cuya particularidad es que transcurre completamente en silencio (interesante dualidad entre ruido y calma para con sus estados de ánimo), pero más allá de eso no hay mucho más que lo motive ampliar sus intereses. Sin embargo la pasividad se rompe en el momento en que Julia (Muriel Santa Ana), una mujer entrañablemente neurótica y fanática de Spiderman, se cae literalmente de arriba (del departamento de arriba) en el patio de Alejandro y decide vivir con él unos días hasta que se recupere del accidente. De esta manera, lo que en un principio comienza siendo un conflicto permanente a raíz de las fobias compartidas por ambos protagonistas terminará desencadenando un romance capaz de mejorar, aunque sea un poco, sus monótonas vidas.
Con una premisa más que conocida – chico conoce chica totalmente distinta pero potencialmente complementaria que lo ayudará a considerarse a sí mismo como una mejor persona – son Peto Menahem y Muriel Santa Ana los encargados de hacer que se destaquen los diálogos cruzados para que la química en escena realmente se desarrolle. Difícilmente sin la experiencia humorística de ellos dos (Menahem desde el monólogo y Santa Ana desde el histrionismo) la película podría haber salido a flote. Y mucho menos sin arriesgar más que lo necesario a la hora de tratar más a fondo temáticas como la soledad o la depresión.
De todas formas, estos son sólo simples reproches para con una película que inevitablemente cae simpática, sin importar las falencias que pueda tener. Porque probablemente la única crítica real que se le pueda hacer al film sea la inclusión de líneas como “soy mujer y tengo miedo, las mujeres tenemos miedo” o “viste como son las mujeres”, que no hacen más que reafirmar una mirada sexista en tiempos en donde los roles de género son discutidos en todos los ámbitos. A veces hilar demasiado fino como público sirve para evitar que estos estereotipos continúen.
“Caída del cielo” se presenta como una comedia prolija sin muchas pretensiones, aunque disfrutable y querible cuando nos encariñamos con los personajes y sus ocurrencias. Es en esa situación que olvidamos por un rato que la historia está planteada a partir de una inocente falacia y nos damos cuenta que nada viene de arriba. Que todo es por algo. Incluso el amor de dos neuróticos.