Podemos decir que el cine y todas las historias que nos muestra ya fueron contadas, pero por suerte -y gracias a las increíbles posibilidades de este arte-, nos seguimos encontrando con geniales directores que encuentran nuevas formas de narrarlas y eso hace que se conviertan de alguna manera en “nuevas historias”. El director Parisino Patrice Leconte, ha encontrado una forma muy original y autentica de contarnos una gran historia de amor con su película: La chica del puente(1999).
El personaje de Gabor (interpretado por Daniel Auteuil) es un lanzador de cuchillos que encuentra en Adele (Vanessa Paradis) a su diana perfecta, y cada vez que realiza su show de “lanzacuchillos” en el circo, escuchamos el tema «Who will take my dreams away?» de Marianne Faithful. Podríamos decir que esta canción es la más importante de la banda sonora -y también la más significante en el film-; junto a las imágenes, nos genera una rara mezcla de emociones muy diversas que van aumentando de forma paralela tras el lanzamiento de cada cuchillo, entre ellas: la tranquilidad, el temor y el placer. Estas escenas llenas de contenido simbólico, pueden interpretarse fácilmente como las partes más eróticas del film, logradas sin desnudos ni contacto físico entre los personajes, con un manejo exquisito de los simbolismos.
Dentro del soundtrack también escuchamos obras como: “Sing, Sing, Sing” de Louis Prima interpretado por la orquesta de Benny Goodman, “I’m Sorry” de Dub Allbritten y Ronnie Self, “Fiabe del bosco” de Marcello Colasurdo, “Marcia fúnebre” interpretada por la Banda Ionico, entre otros.
No podemos dejar de lado un aspecto muy importante en esta película: los momentos de silencio. Hay escenas donde nos encontramos con hermosos momentos sin música y con un suave sonido ambiente, donde las miradas y los gestos de los personajes transmiten emociones y sentimientos muy profundos.
La música junto a las imágenes en blanco y negro de todo el film crean un clima muy particular, en donde la mayor parte del soundtrack se sumerge en un ambiente melancólico, y a la vez exótico, creando una grandiosa poesía audiovisual.
Por Gastón Pereyra