Dirección: Jason Zada. Guión: Nick Antosca, Sarah Cornwell y Ben Ketai. Elenco: Natalie Dormer, Taylor Kinney, Eoin Macken, Stephanie Vogt, Yûho Yamashita, Noriko Sakura, Yukiyoshi Ozawa, Rina Takasaki, Terry Diab. Producción: David S. Goyer, David Linde y Tory Metzger. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 93 minutos Estreno: 25 de febrero de 2016.
ZONA DE (NO) RIESGO
Ya hemos nombrado hasta el hartazgo en este espacio aquel tema de la crisis del cine de terror, pero es un tema recurrente y parece que seguirá siéndolo. Las últimas décadas han entregado poco más que remakes, sagas interminables y secuelas de los ’70; las películas originales parecen caminar torpemente por caminos con formas narrativas y argumentativas ya probadas, razones que derivaron en la crisis actual. En este contexto es que la industria ha decidido mirar hacia otros horizontes cuando de ideas nuevas se trata. Y es el cine japonés el que hace rato tiene lo que Hollywood anda buscando y encontró sus mejores réditos en La Llamada (The Ring, 2002), dirigida por Gore Verbinski y basada en Ringu (Hideo Nakata, 1998); y El Grito (The Grudge, 2004), cuyo director Takashi Shimizu también dirigió la original, Ju-on (2002).
El Bosque Siniestro (The Forest) dirigida por Jason Zada toma esta tendencia de forma diferente, porque si bien no está basada en una película original japonesa, sí toma los elementos reales del bosque que rodea al monte Fuji. En el llamado Aokigahara se registran un promedio de entre 100 y 150 suicidios anuales, y la mitología japonesa lo asocia fuertemente con los fantasmas del pasado. De esta manera, la película nos cuenta sobre la travesía de Sara Price (Natalie Dormer), cuya hermana gemela Jess se encuentra en el mencionado bosque tratando de superar una crisis personal. Con la ayuda de un periodista angloparlante y un guía, Sara irá en busca de Jess.
A pesar de ser su primer largometraje, hay ciertas características que Zada buscó imponer y que hacen que El Bosque Siniestro llame la atención desde el primer momento. Es en el montaje paralelo que cuenta la relación de las gemelas (que tienen una conexión mística inexplicable según afirma Sara), en ciertos climas que Zada logra construir, y en la fotografía que aprovecha el hermoso paisaje natural que termina siendo el monte Fuji (y Japón en general) y su correspondiente bosque. Pero una película es una historia -en este caso- y aquello donde El Bosque Siniestro logra acertar, son solo aditivos que mejoran una experiencia… fallida, en este caso.
El mayor pecado de esta cuasi-novedosa premisa es que la película atenta contra sí misma desde el principio con la pobre construcción de personajes, y ese atentado impacta directamente en la credibilidad de conflictos, especialmente en la etapa de desenlace. Si bien, como se destaca en el párrafo anterior, el tratamiento de las átmosferas en conjunto con la fotografía de la película dan como resultado un clima tenso, agazapado, como si algo estuviera a punto de pasar, que no se complementa con la pésima idea de basar el terror de una película en simples sustos a base de cambios rápidos de plano. El Bosque Siniestro va desarrollándose a los tropiezos, con disparadores poco creíbles, cabos atados con reminiscencias a tiempos anteriores, sobre-explicaciones y sobre todo fantasmas del pasado que van a molestar a Sara vaya uno a saber por qué. Y no, la película no lo explica.
Las malas decisiones implican riesgo, y El Bosque Siniestro no sólo no intenta tomarlas, sino que se apega a lo más mediocre del terror de las últimas décadas. Y no es que el susto como recurso esté mal, de hecho es uno de los pilares del cine de terror de James Wan, pero la diferencia es que el director de la saga El Conjuro lo utiliza muy bien. Es un recurso vació en sí, pero como recurso bien aplicado es incuestionable si de entretenimiento hablamos. El problema radica en el hecho de que una película de terror solamente busque dinamitar gente de su asiento y poco más, y si el bosque como entidad en sí misma debe considerarse un recurso importante, El Renacido (2015) realmente tiene justificada exposición.
Por Pablo S. Pons